27/3/18

Grandes muy distintos
"El juego de la política es así", dicen varios dirigentes con el grabador apagado. Convalidan la mentira para conseguir resultados, de forma análoga al futbolista que, tocando la pelota con la mano sin ser arquero, busca con este engaño un beneficio a costa del rival.
Alberto J. Armando fue uno de los presidentes de Boca que más hizo por el club. Bajo su conducción se conquistaron dos copas Libertadores en 1977 y 1978, la Intercontinental en 1978, los campeonatos de primera de 1954, 1962, 1964, 1965, 1976, los nacionales de 1969, 1970 y 1976 y la Copa Argentina de 1969.
El sitio Imborrableboca.blogspot.com.ar evoca su espíritu emprendedor, no exento de imprudencia, que lo llevó a prometer un nuevo estadio a inaugurar el 25 de mayo de 1975 en la Ciudad Deportiva, en tierras ganadas al río en la costanera sur de Buenos Aires.
El sueño quedó bajo la almohada y entre los camalotes. Parecido destino tuvieron los aportes extraordinarios de los socios.
Personalista en un país de liderazgos personalistas, El Puma minimizaba la figura del vicepresidente y, como lo recuerda El Viejo Sabio, bajaba de los aviones con las estrellas extranjeras que iba a contratar. Mientras, construía La Candela, cuna de cracks de las divisiones inferiores en la que además concentraba el plantel profesional en vez de gastar fortunas en hoteles.
Como político esquivo al bajo perfil, daba la vuelta olímpica junto al plantel. Tenía plafón; sabía que los socios que lo identificaran en el campo de juego no iban a silbarlo.
Le tocó ser directivo en tiempos que alumbraron a las barras bravas y, advirtiendo lo peligrosas que eran, las usó en vez de enfrentarlas.
Radicalmente opuesta fue la actitud que por años -hasta que el sistema que siempre le dio la espalda lo quebró- mantuvo Antonio Alegre ante los violentos de la tribuna.
La diferencia se marcó en 1986, en la campaña previa a los comicios de fin de año.
Alegre, a quien las agrupaciones boquenses ungieron presidente por unanimidad al cierre de 1984, tomó al club en la ruina. Hasta la silla de su despacho estaba embargada, tal como lo graficó.
Otro ejemplo del tendal que meses antes dejó la inconclusa presidencia de Domingo Corigliano fue el pedido de remate del estadio, instancia de la que se valió el club uruguayo Wanderers para tratar de cobrar el pase del futbolista Ariel Krasouski a inicios de 1981. La mora de Don Ramón era nada comparada con los tres años y medio que se tomó Boca para pagar la transferencia del cinchador volante central.
Boca era, pues, el escenario ideal para complicarse la vida. Ahí se metió don Antonio Alegre, que gobernó en equipo junto a Carlos Heller.
Alegre combatió a la barra brava de Boca. Mientras, continuó aportando dinero para salvar al club. No obstante, el coro de fascinerosos prometía rumbo a las elecciones: "Yo voto por Armando porque Alegre está robando".
Uno luchaba por el club con el alma en la mano. Otro, por volver al club de la mano de una cruel mentira.
Antonio Alegre y Alberto Armando fueron destacados presidentes de Boca Juniors. Mal puede considerarse, sin embargo, que hayan sido de la misma madera.

23/3/18

Mundo de grandes – desconfianza
Por Sabina López, estudiante de sexto año, IPEM 252 de Río de los Sauces. Para un práctico que consistía en mirar los extremos del secundario y transformar la vista en una cantidad específica de líneas de dos títulos cada una.
Tareas difíciles, si las hay, pero no como describir lo que sentía hace
aproximadamente 6 años, recordar qué pasaba por mi mente los primeros
días de clases en la secundaria. Imagino que la incertidumbre invadía mi ser,
las dudas prejuzgando toda enseñanza que nos podían dar; puedo confirmar
que me sentía pequeña, que admiraba la sabiduría demostrada por los
profesores y, a su vez, la perseverancia de los chicos que ya habían logrado
llegar a sexto (asombrada del largo camino que estaban a punto de concluir y
sus anécdotas de este), sabía que me iban a exigir mucho más que en la
primaria, tenía miedo de no saber lo suficiente para aprobar, estaba en un
territorio que no conocía, porque a pesar de que siempre tuvimos clases
en el mismo edificio, estaba empezando de nuevo, sin conocer casi nada
de lo que me tocaría asimilar a la cotidianeidad en este ciclo básico.
Se corrían rumores de que: en lugar de 100, la nota más alta, sería 10; ya no
había guardapolvos, sustituyéndolos, vestiríamos chomba gris y jean azul;
los actos dejarían de ser divertidos con bailes y música, en cambio,
participaríamos de la lectura de una glosa en la cual estaba escrita la
información redundante sobre el día que conmemoraríamos. No podría
olvidar el temor que causaba la cantidad de materias que abarcaban las tardes,
a la cual, por obviedad uno con el tiempo se acostumbra o se adapta -no me
quedó alternativa -.
Mezcla de emociones – Colapso

Ansias, melancolía, miedo, intriga, alegría e inseguridad; estas emociones
o sentimientos son las que pueden describir lo que genera en mí llegar a
sexto año y estar a unos meses de entrar a la universidad. Me afiancé en
el secundario, aprendí muchísimas cosas nuevas, conocí a personas
inigualables, generé cambios en mi forma de pensar y hacer, comencé a
percibir actitudes que no notaba, llegué lo más lejos que pude. Volví a
sentir la seguridad que genera pasar al último año del colegio
(como en la primaria), esa euforia extraordinaria de saber que finaliza
una etapa, pero junto a esto me reencontré con la desconfianza que
tuve en primer año, el temor a no poder ingresar en la carrera que me
gusta, a no llegar con el rendimiento académico, a fallar, a perder tiempo,
a defraudarme, a que no me guste lo que marqué como vocación hace
un tiempo. Me resulta difícil disfrutar de este, al cual algunas personas
llaman “logro” y yo confundo o nombro como cumplimiento
de una responsabilidad moral, con todas estas preguntas que vagan por
mi cabeza, incógnitas que dentro de
un tiempo espero poder resolver con la ayuda de alguna teoría
matemática, un descubrimiento filosófico, un texto de formación para
la vida, un ensayo sobre gustos o, quién dice, un balance de sumas y
saldos de contabilidad. En fin, este año espero aprender mucho más
que en los anteriores, poder superar mis expectativas con una renovada
estabilidad estudiantil.

13/3/18

Acerca del aborto
¿Está bien que un Estado promueva la muerte de un inocente e indefenso?
La pregunta suele quedar de lado cuando se habla de la despenalización del aborto.
Se habla de las muertes que sufren mujeres por intervenciones clandestinas y se plantea que no acaecerían si la práctica fuera legal.
Es un argumento similar al de la participación estatal en los juegos de azar. "Más vale que se apueste en casinos o en la quiniela oficial y no en garitos". Desde luego, el juego oficial no elimina el informal, si bien ayuda a reducirlo.
Con criterio parecido, países nórdicos suministran jeringas descartables a adictos a la heroína para evitarles males mayores. "Ya que seguirán consumiendo, que al menos no contraigan HIV", es el subtexto de tal práctica.
Hay una diferencia capital: quien aborta, el que apuesta y el que toma drogas tienen -aunque mínimas- más chances de elegir, y por ende de responsabilizarse de sus actos, que un bebé.
Desde ya que existen mujeres muy condicionadas, sea por un novio que rechaza ese hijo en gestación, por un hombre que había resuelto basta de paternidad o porque la criatura le recuerda a su violador. Es fea la soledad que causa un egoísta, pero el pequeño no es culpable. Resulta terrible mirar a los ojos de un niño y evocar los de un criminal, aunque peor es tratar de borrar el trauma matando al inocente.
La Madre Teresa de Calcuta, comprensiva de lo que representa un hijo no deseado, invitaba a entregarlos en adopción a algunas de tantas mujeres que darían su vida por ser madres.


Tipo de sociedades y problemas irresueltos
Las decisiones de un Estado impactan en el modo de vida social. Por supuesto, no son determinantes ni todopoderosas, pero vaya si marcan caminos.
Islandia casi no tiene habitantes con síndrome de Down, dado que muchas parejas resuelven legalmente abortar cuando se enteran de esta condición del ser humano en gestación.
Estados Unidos es noticia por sus matanzas en escuelas, por cuanto allí es más fácil comprar un arma que descarga decenas de balas por minuto que una cerveza.
En la Argentina, los tormentos a las personas privadas de su libertad existen. Es un mal endémico, como los abortos clandestinos. ¿A alguien se le ocurriría legalizarlos?
Ver sin verse
Juan Carlos, apreciable estudiante del PEAM de comienzos de siglo, recordaba contarle a un amigo fumador, adicto a los asados con grasa y al sedentarismo casos de personas muertas por aterosclerosis. Suponía que la ficha habría de caer, mas eso no pasaba; aunque cristalinas, las indirectas no cumplían su deseable cometido. Tiempo después, su amigo fue uno más de los fallecidos.
El hombre no era el único que se resistía a ver lo que obvio. Aquí y ahora, alguien se cuela en la fila para el menú y al sentarse se queja por los ventajeros. Otro pide a voz en cuello... que no se grite. No falta el que cortajea un diálogo para pedir que no se interrumpa. Tampoco el que sufre ante los paréntesis interminables acaso porque jamás cronometró los suyos.
Cuánta falta diaria hacés, querido Jorge Vázquez: "Antes de hacer crítica, vaya la autocrítica", solía decir.
Espejo roto
En una magistral columna en el Miami Herald, Leonard Pitts Jr. evoca una situación doblemente penosa: un hombre niega la matanza de 26 personas en Sutherland Springs y lo hace frente al padre de Anabelle (14 años), una de las víctimas fatales. Va más allá y le espeta: "Su hija nunca existió. Muéstreme su certificado de nacimiento".
Pitts Jr. apunta lo arduo que resulta tratar de convencer de lo evidente a quien se resiste, incluso al punto de plantear que crímenes masivos son una puesta en escena con actores bien entrenados.
Hubo épocas en que aquello del porfiado que afirmaba "espumoso, pero queso" era gracioso. Altri tempi.