1/8/18

Encuentro con La muchacha del atado

Sabina López, estudiante de sexto año del IPEM 252, comparte sus miradas a una de las aguafuertes de Roberto Arlt. Los tres títulos para cada versión y la extensión de los textos responden a la consigna de la clase de Lengua

Cansadas o enfermas, trabajando siempre – A las cinco de la tarde – Un segundo de felicidad
Arlt en La muchacha del atado se dedica a describir una forma de vida servil, en la cual las protagonistas son las mujeres. Comenta que, desde el comienzo de sus vidas en lugar de estar jugando, como solíamos hacer, están cuidando a los hermanos. Durante la adolescencia en plena edad de desarrollo, de aprender, están trabajando, como esclavas sobre máquinas de coser. Más tarde llega el turno de casarse; sin importar mucho los pesares de la novia, continúa con sus labores hasta último momento. Comienza a tener hijos, a envejecer y siempre pensando en lo mismo, cómo llegar a fin de mes. No importó nada más que eso, nacieron con las tareas domésticas en su ADN, para su primer cumpleaños les regalaron una plancha para cumplir los deseos de los hermanos, a los catorce años comenzaron a cargar la ropa que debían coser sin parar, no tenían permiso de enfermarse ni de descansar. Muchachas que solo vivían para su familia, muchachas tristes, muchachas atadas a una generación esclavizada, pero con todo el pesar del mundo muchachas reales. Nada de lo contado por Roberto es mentira. Nos mostró una sociedad que vivía al compás del dinero, en la que no importaba nada más que eso. Lindo hubiera sido contar las sonrisas de las muchachas.

Muchacha obediente – Verdades – Hay que hacer economía
Roberto Arlt creó un escrito impresionante, en el cual cuenta la vida de las mujeres pobres. Cómo  pasan a las cinco de la tarde cargadas de ropa para remendar mientras las más pequeñas cuidan a sus hermanos, hasta que llegan al trabajo y se inclinan ante la máquina de coser por horas. Con el paso del tiempo llega el momento de casarse, nada cambia demasiado, las deudas son las mismas, el trabajo también; solo se le agrega un marido y unos cuantos hijos. Pero bueno, qué se le va a hacer, es la vida de la mujer pobre, la que dice “hay que hacer economía” y con suerte sonríe una vez por mes.