No siempre cambiar es innovar
Una de las paradojas más lamentables de algunos educadores es la facilidad con la que compran espejitos de colores. El esnobismo tira el centro y siempre alguien le pone la cabeza, ya que no la reflexión profunda.
Tiempo atrás, la multitarea ("multitasking", ya que consideran que usar el inglés prestigia las prácticas) marcó agendas de varias casas de estudio. Hasta que las investigaciones comprobaron que una cosa es caminar, masticar chicle y tararear una canción a la vez y otra es pensar si renunciar al trabajo o pedir licencia, anotar al hijo en una escuela de fútbol o una de atletismo y pagar el gas en una o dos cuotas, en caso de poder afrontarlo.
Después, el sonsonete fue "evitar la zona de confort". En su nombre y en el de la neofilia (obsesiva búsqueda de lo nuevo, como si fuera solución por sí mismo), se empezó a desestimar lo hecho anteriormente y a dar por malo el mantenimiento de prácticas. La pasión por la novedad imponía cambiar, aunque no se supiera si serviría.
Habría que informarles a sus portavoces que el Real Madrid que salió tres veces seguidas campeón de Europa tenía entre sus ejercicios físicos ¡subir y bajar escalones del estadio! Tan sencillo como eso. O recordar que los equipos que descienden de categoría también utilizan gps para medir cuántos kilómetros recorren sus jugadores. Dicho de paso, ¿merece respeto un director técnico que precisa de un gps para advertir si un futbolista suyo corre mucho?
La confusión avanza. El técnico de Boca, Guillermo Barros Schelotto, sale de la zona de confort y decide que es mejor desplazar a Ramón Ábila, sinónimo de gol, de hombre de área capaz de tolerar forcejeos y de convertir, y ubicar en su lugar al esmirriado y hábil Mauro Zárate. Resultado: Boca en cero para empatar con Huracán el domingo 26 de agosto y para perder 2-0 ante Estudiantes el lunes 20. ¿Para eso cambió?
Bien haría el entrenador en leer la nota "En defensa de la zona de confort" (La Nación, 27/8/2018). Su autor, Miguel Esteche, apunta: "Nuestra vida se ha plagado de lugares comunes que repetimos creyendo estar pensando. Uno de ellos es el planteo anticonfort que, así sostenido, nos transforma en gente ansiosa, incómoda, automática y que confunde el confort con la abulia y lo 'anticonfort' como algo de por sí inteligente, valiente, evolucionado".
¿Qué es la actividad?
A mitad del siglo pasado, el psicólogo Erich Fromm señalaba que puede ser más activo alguien que contempla un paisaje que quien se afana en correr, limpiar y barrer.
De acuerdo, una plaza no se asea desde la quietud y un deporte no se gana sin movimientos, pero de ahí a asumir que el ajetreo es un valor por sí mismo y que el reposo es mala palabra es desconocer investigaciones que reivindican la importancia del ocio para la creatividad.
En su artículo, Esteche manifiesta: "Quedarse en casa, tranquilos, confortables, es 'pachorra' (vista como villana) y, en cambio, el andar agitado por la vida es un signo de inequívoca vitalidad".
Y así como existen futbolistas que corren en todo momento y casi nunca razonan, hay docentes tan ocupados en la novedad que olvidan lo obvio: preguntarse si realmente saben enseñar.
Las cosas en su lugar
Pedro Barcia, entre cuyos lugares bien ganados está la dirección de la Academia Argentina de Letras, dice al diario El Argentino (Gualeguaychú) que los elementos como el teléfono celular "no deben ser ya ayudantes de cátedra, sino sirvientes". Considera que "quien esté encandilado por internet es lo mismo que aquel que está encandilado por un destornillador. Es una idiotez. La tecnología tiene que ser nuestro sirviente y no al revés".