11/2/20

Lo que mata es la imagen
Coronavirus. El término se hizo conocido en Sudamérica a fuerza de noticias que llegaban de China. Muertos allí, en países fronterizos y en regiones alejadas.
Chernobyl. Hace 34 años, la tragedia tuvo quien la provocara en ese lugar de la vieja Unión Soviética hasta entonces ignorado por Occidente.
Nicholas Kristof señala en The New York Times que el gobierno chino optó por silenciar lo que sucedía incipientemente con el coronavirus; podría dañar su imagen. El silencio no fue salud sino cebo para atrapar incautos. Cuántos se expusieron sin saberlo en la ciudad de Wuhan y alrededores, todo en nombre de la fachada de una nación sin fisuras.
La serie de HBO sobre la explosión en la planta nuclear rusa en 1986 muestra la misma cara censora de otra moneda: una radiación que superó por lejos la de la bomba en Hiroshima fue inicialmente considerada no mayor que la de un par de radiografías.
Hubo amenazas a docentes que trataban de decir la verdad, aun a contramano de sus anteriores proclamas en un contexto donde el conocimiento científico era más regido por la KGB que por un comité de sabios


Uno afirma que la seguridad e higiene en la planta nuclear de Chernobyl es impecable. Otro sentencia que están dadas las condiciones para una prueba pese a la elocuente evidencia en contra. Alguien que no sabe de un tema está a cargo, demostrando que existen males que atraviesan todas las fronteras, y dispone un éxodo de pobladores a 30 kilómetros, como si a esa distancia estuvieran a salvo...
A los empleados invitados a entrar en el volcán engendrado por manos humanas se les promete aumento de sueldo y solo cuando desconfían de la limosna se les avisa que, en realidad, les piden ser mártires.
A fines de 2019, China jugó al bingo con el coronavirus y le fue como a cualquiera que le da ventaja a un severo problema sanitario.
Por supuesto, el quebranto por esa negligencia del poder político es pagado por ciudadanos de a pie.
Allá en 1986 como por estos días, Rusia y China han ilustrado todo el daño que es dable ocasionar cuando se ligan ignorancia, engaño y censura.
Aquello que se consideraba vergonzante contar crece y, cuánto más con las nuevas tecnologías, se hace gigante. La imagen que se pretendía cuidar acaba por ser más dañada, con el infausto añadido de muertes que no son de posters ni de reputaciones. Muere gente.
Mano amiga
Cincelar, acariciar, golpear, rasguñar, escribir, pulsar las cuerdas de una guitarra, exhibir anillos, hacer ademanes, sombras chinescas, amasar, contar billetes, tomar los cubiertos.
Señalar, gatillar, obturar, cortar, masajear, lavar, abrir sobrecitos de azúcar, dar palmadas...
La lista de lo que es factible realizar con las manos es infinita.
A dos días del cumpleaños de un amigazo, Jorge Vázquez, una foto que tributa a quienes, como él, dan una mano solidaria.
Estupendos Vulnerables
Se iba el siglo 20 y la productora Polka lanzó uno de sus mejores obras: Vulnerables, serie que en capítulos semanales de una hora mostraba altibajos, algunos oceánicos, de hombres y mujeres que intentaban ser felices de la mano de un psicólogo al que tampoco le resultaba sencillo estar bien.
Para darle un mentís al lugar común de que "segundas partes nunca fueron buenas", en la temporada 2 se mantuvo la tensión narrativa de Jimena, Gonzalo, Roberto y Cecilia, conflictuados miembros de la terapia de grupo a la que sumó Leopoldo, encarnado por el genial Alfredo Alcón.
En el capítulo 22 del segundo año, uno de los de mayor dramatismo por el infame abuso de maldad de Dominichi y María Elena, pareja y madre de Jimena, hay voces que dan cuenta de por qué fue inolvidable en su factura y realista en sus planteos esta serie de Canal 13.
La madre Gonzalo, adicto a las drogas capa de entregar su novia por un poco de cocaína, revisa la vida familiar y advierte: "En un momento dejamos de pensar; cuando empezamos a ganar mucho dinero, dejamos de ser inteligentes".
-Nunca fui mimado, querido; nunca fui valorado - esboza Gonzalo como explicación a lo incómodo que se siente cuando el grupo celebra una de sus intervenciones.


Otro de los ejes del unitario relativo a un grupo de terapia psicológica es el peso a veces bestial, capaz de doblegar a Atlantes, de los mandatos sociales.
Jimena (sublime Inés Estevez) ha llegado tarde a la experiencia del noviazgo. Cansada de sentir que la miran como a la retrasada de la cuadra, una vez que encuentra un hombre (Dominichi, en la piel de Carlos Portaluppi) acepta que la engañe delante de sus ojos y que le haga creer que lo que ve no es lo que parece. Todo a fin de decirle al grupo: "Tengo un hombre y nadie me lo va a quitar" y proclamar que ella "es toda una mujer"

Leopoldo (Alfredo Alcón) esconde su rostro tras un retrato de Sigmund Freud al que le ha dibujado rulos. Y oculta bajo la alfombra de sus chistes la profunda tristeza por Fabián, su hijo muerto al que idealiza en detrimento de Martín, el que sigue vivo y a quien le cuesta tanto acercarse que, la vez que se apoya afectuosamente en su hombro izquierdo, lo hace por un segundo y medio, al cabo del cual sale caminando y elogia el color de las paredes de la casa.
Uno de sus amigos, Manfredi (Juan Carrasco) es de los pocos que lo quiere no por su fortuna. Eso sí: lo quiere como le sale y por eso lo alerta a Martín de un bajón anímico reciente afirmando: "Para mí que es por la terapia

Emilio Bardi es Enzo, hermano de Roberto (Alfredo Casero) y favorito de su madre en Vulnerables, unitario de Canal 13 que no pasa de moda. Es el destino del buen arte acerca de dramas personales.
Una de las frases que recuerda Enzo de su padre es: "Cuando te sorprendas de tu crueldad, más crueldad". Asume que es una pérdida de tiempo y dinero la terapia psicológica grupal a la que va Roberto: "Yo no garpo para que me digan tres pelotudeces; yo a los problemas los encaro". Como hizo con uno que le tocó el timbre y al que le dio un cabezazo en la nariz, tras lo cual le pidió explicaciones a Roberto con una premisa: "No me hagás calentar".
Obsesionado ante la chance de que su hermano sea homosexual, le pregunta: "¿Vos estás seguro de que nunca te rompieron el orto?
-Menos mal -se alivia al oir "no" y reclama: "Usame, Roberto. Yo soy tu psicólogo"