6/7/11

Vi atajar a Cubito Cáceres

Salía del arco y ganaba. Sus reflejos evitaban goles. De acuerdo, a veces fallaba en los centros. Lo mismo les ocurría cada tanto al Loco Gatti y a Goycochea.
Medía menos de 1.80 y se las arreglaba para llegar aquí y allá, acaso por asumir que atajar es un verbo que se conjuga con todo el cuerpo. Por eso más de un delantero se quedó con las ganas al notar que las piernas de Walter Cáceres se imponían en los mano a mano.
Cómo no iba a escucharse "¡Cubito, Cubito!" cuando iba a ocupar el arco que da espaldas a la tribuna inaugurada la noche del 3-2 a Defensa y Justicia, por el Nacional B 2008/2009. Cómo no iba a ser uno de los queridos de la hinchada de Los Andes.
La tradición del club supo de grandes arqueros. Los adultos mayores evocan a Ciro Barbosa, El Loco Yonadis, Damiano -el que clausuró el arco según nota de El Gráfico alusiva al 1-0 sobre Brown por la segunda rueda de Primera B en 1983-, entre otros.
De los noventa sobresale Nilton Pardal, seguro y sobrio; a quienes escoltan Alcides Herrera (que en paz descanse), Manuel Serrano, Gastón Losa. El Abanderado Mayor fue Darío Sala, capaz de convertir una goleada ante Independiente Rivadavia de Mendoza en 0-0 y paso clave en el reducido que derivó en ascenso a Primera en 2000.
Cubito se fue de Los Andes porque algún día había que ver de nuevo en acción a Lucho Díaz, quien atajó no menos de 7 pelotas clave en el ida y vuelta con Chicago en la Promoción que condujo a los Mil Rayitas de nuevo al torneo superior del ascenso allá por 2008.
Walter Cáceres. Siete letras en su apellido, como Gracias. Seis en el nombre, cual Grande.