3/12/09

Celulares y no macanas

Tecnologías y rituales
Por Marilú, estudiante del Programa Educativo de Adultos Mayores

Casa velatoria
¡Si hay algo que no me gusta es ir a las “casas mortuorias”! Si lo hago es por obligación.
Antes existían las “lloronas” –mujeres que concurrían al velatorio pagadas por la familia para hacer ver lo querida o querido que eran. ¡Apariencias!
Observaba de reojo a los deudos, cómo se miraban (algunos con rabia, pensando quién se quedaría con la herencia del difunto si éste era rico). El resto va a pasar el tiempo, haciendo relaciones públicas entre chismosos cuchicheos y de vez en cuando algún intelectual (que lo dudo). Es sabroso esto, ¿no?
Mientras el fiambre, ya frío, esperaba ser llevado a su última morada, de repente oigo fuerte un tango: “Siglo Veinte Cambalache”. ¡Qué apuro! Olvidé apagar mi celular y salí corriendo. Gracias a él pude alejarme de semejante hastío donde luego todo volvió a la normalidad.

Misas
¿Se acuerdan? Cuando antes para ir a misa nos bañábamos, nos acicalábamos con mucho esmero. Elegíamos con cuidado nuestras mejores ropas domingueras.
Y mientras el padrecito daba la misa de espaldas a los fieles –para colmo en latín, que no se entendía un cuerno-, relojeaba disimuladamente si veía entrar al joven que me gustaba y era tal la emoción que al darme vuelta se deslizaba suavemente por mi cabello la mantilla que lo cubría. Quedaba amontonada en mis hombros y suavemente la volvía a su lugar.
Dirigía mis pasos a la estatua de San Antonio para pedirle un novio, pero cuando me enteré de que San Antonio los da y los quita no volví a pedirle y lo dejé en manos de Dios porque, según nuestras abuelas decían, “casamiento y nostalgia del cielo bajan”.
De pronto me sentí como en el cielo y mis pies se movían al son de una suave música de Johan Strauss, Danubio Azul. ¡Oh, Dios mío! Era mi celular que me indicaba la hora de tomar mis pastillas. Me hizo volver a la época actual. Había viajado en el tiempo 53 años.