Estúpido laberinto
Se supo débil ante la situación. Odió saberlo. No por la información sino por sus implicaciones. El nuevo laberinto tenía un formato que lo sacaba de quicio no por su dificultad sino por su estupidez. Una cosa es sentirse encerrado desde el ingenio constructivo, que busca mejorar el intelecto del hombre al que se participa para jugar, y otra muy distinta es sentirse cercado por el capricho de quien considera que un laberinto es un castigo.
En fin, el primer día fue como se esperaba. Olas de insultos proferidos y callados. Fastidio y rabietas. Malditos sean los cambios, pensó y ratificó la noción de que cumplir obligaciones tiene sentido cuando lo tiene. En otros casos, apenas hace evidente la disparidad de poder entre quien puede trazar laberintos absurdos, improductivos, y quien debe aceptar que el reparto de autoridad no siempre es consonante con el de cordura.