Un tema imposible de gambetear en la escuela es educación formal. Entre las preguntas derivadas está para qué sirve la educación y por qué la gente pasa por la educación.
Estudiantes consultados de tercer año de un colegio riocuartense dieron sólidas respuestas espontáneas acerca de para qué van al colegio. Necesitaron más tiempo para contestar por qué van.
Es lógico en una sociedad utilitaria, en la que muchos tenemos nociones de la finalidad con la que ejecutamos acciones sin necesariamente saber por qué las hacemos.
Escribir y releer esto duele. También las inyecciones.
Es legítimo que un alumno vaya a la escuela para que no lo joroben sus padres. Al fin de cuentas, la gente no se hace colocar inyecciones porque le guste sino para sanarse. En otras palabras, hay sinsabores inevitables para seguir viviendo. Buena parte de los alumnos lo sabe. Por eso, a la corta o a la larga estudia.
¿Cómo hacer para que unos cuantos dejen de valorar la educación cual sinsabor? Pregunta del millón. Desde ya, es imposible que un estudiante disfrute del aprendizaje si el docente no disfruta de la enseñanza. Ningún niño toma la sopa si ve que su padre pone cara de asco ante el plato.
¿Es utópico pensar en adolescentes a los que cada una de las materias les interese no por sus consecuencias sino por su valor intrínseco? Sí, pero vale la pena.
Ejemplos de diferencias entre hechos para y hechos por.
-Quien sirve café a las visitas para que no se diga que le falta decoro es políticamente correcto, no hospitalario.
-Quien va a votar para evitar eventuales problemas es alguien que se cuida a sí mismo, no un buen ciudadano.
-¿A quién preferimos como pareja: a alguien que nos elige para evitar la soledad o a alguien que nos elige porque nos quiere?
Entre los cometidos de los docentes está el de convocar a los adolescentes a reflexionar por qué dicen lo que dicen, hacen lo que hacen y omiten lo que omiten. Amén.