Por Elena Moscone, alumna del Programa Educativo de Adultos Mayores, UNRC
En esta fecha me propuse pensar en trabajo, sí, pero otro tipo de trabajo, el que puede, tiene y debe realizar toda persona por el solo hecho de habitar este mundo. Reflexioné acerca de todas las quejas, protestas, lamentos, renunciaciones, conformismos del ser humano.
Creo que la ocasión hace pensar en el trabajo interior, en el laborar consigo mismo, indagando sobre si su existencia tiene un sentido.
Pero parece que el hombre no dimensiona el daño, la corrosión, el mal que puede sembrar no actuando correctamente en la sociedad.
El espejarse en lo más íntimo de su ser para sacar lo mejor de sí, lo positivo, dando lo máximo, contribuyendo con el bien común, pidiendo ayuda si es necesario, cumpliendo con los roles que le tocan en el transcurrir de su vida. Todo me lleva a que se imponga valores esenciales: honestidad, compromiso, lealtad, benevolencia.
Cumpliendo con estas metas, el trabajo será el que enaltezca su vida, el que genere la sensibilidad necesaria para apreciar lo que se tiene y dejarse de añorar lo inalcanzable, premisa del consumismo actual, vorágine del siglo en que vivimos.