Final abierto
Aferrado con su mano derecha, el hombre de remera y
vaqueros lleva tiempo luchando por no caer. Pende de una pared en una
calle a uno de cuyos lados se ven escaleras de servicio de viviendas
poco llamativas y enfrente, negocios para delicias turísticas.
Nadie
le ofrece ayuda. Es un mural no publicitario de unos tres por diez
metros, en el mismo blanco y negro con el que, pasos más allá y de cara
al punto cardinal opuesto, Jennifer Aniston mira hacia arriba e invita a
tomar un agua mineral cuya marca no fue registrada.
Los ojos de ella apuntan al cielo. A él se lo ve de espaldas, amarrado para no desplomarse.
Gallardo
Calla. Mira. Sigue. Ella no está disponible. El la ve a diario.
Ella sonríe al lado de otro. El celebra su silencio –¿para qué
incordiar?
Tantos años jugando al hándbol para aprender fuera de la cancha y sin árbitro lo que es saber perder...