No tan distintos
"Cuando perdíamos nos encerraban en una jaula", contó
una yudoca a la BBC, en un documental sobre refugiados que participan en
los Juegos Olímpicos Río 2016. No fue por esto sino por una guerra que
emigró del Congo ni es la suya la única historia dolorosa. Una atleta de
Serbia que pasó 25 días viajando en un bote de goma lleno de gente
señaló que debió llegar nadando a las costas griegas, en las que fue
recibida al grito de "date vuelta y andate".
Es fácil suponer que
crueldades así no se ejecutan por acá. Sin embargo, el exitismo o
enfermedad en la cual la falta de triunfos deriva en juicios errados
pasea cada vez que se juega fútbol. Ese deporte en el cual, de tanto
celebrar "lo que pásó la última vez" que una hinchada corrió
violentamente a otra, en los estadios no hay distintos.
Geraldo, el entrenador de yudo, reveló que necesitó inculcarles a los atormentados congoleños que perder una lucha no tenía consecuencias terribles como terminar enjaulado.
A la adolescente serbia no fue menester enseñarle que al llegar a la meta no habría repudio sino satisfacción.
En el fútbol argentino, ¿quién nos educará?