Si viviera Fioravanti...
Dos periodistas
deportivos discuten en TN si el entrenador aporta una solución o compra
un problema en caso de convocar al jugador Mauro Icardi a la selección
argentina de fútbol. Uno de ellos pronuncia la palabra "quilombo".
Edgardo Antoñana, el vehemente conductor de la mañana, le hace notar la
vulgaridad y su interlocutor intenta sortearla diciendo "bolonqui".
Pasadas las 13, ya sin Antoñana para marcar las groserías, el diálogo
entre los muchachos deja oír el exabrupto, ya sin invertir el orden de
las sílabas, siete veces en cinco minutos.
La
precariedad expresiva de millones de adolescentes y jóvenes los tiene
como responsables. No son los únicos: hace años que numerosos exponentes
del periodismo radial y televisivo desdeñan la delicadeza y la
profundidad en los análisis. El argumento, patético, es que se trata de
hablar "como la gente". No importa que se ocupe una posición influyente
y, por ende, se tenga una responsabilidad sobre contenido y forma de los
mensajes. Dale que va con lo que salga.
Joaquín Carballo Serantes
(Fioravanti) fue un excelso relator de fútbol gracias al cual, según el
viejo sabio hincha de Boca y Alberdi que creció admirándolo, se aprendía
nuevos términos en cada partido. Era claro pues, a la par de las
palabras difíciles, decía sus sinónimos más comunes. La gente lo
entendía. Y crecía.