Cansada de los estudiantes que responde “igual que él”, “lo
mismo que ella”, la profesora Julieta les propuso esta situación.
-En un bar, un hombre le dice a la mujer con la que está:
“Me gustás en el sentido que me permite sentirme bien independientemente de que
te vea. Más que placer visual, estar contigo me da bienestar, pero no el que
pueden dar un remedio o una milanesa con papas fritas; conseguís ponerme bien
incluso cuando por hache o por be tengo pocas ganas de dejar de ladrarle a mi
entorno.
Me gusta tratar de ayudarte en lo que pueda porque todavía
no me cansan tus planteos. Por ahora, ese intento generoso no me sale caro.
Por supuesto, también me gusta soñarte”.
Supongan que al lado hay otra pareja, la mujer pregunta:
“¿Vos qué sentís por mí?” y él responde: “Lo mismo que dijo el hombre de al
lado”.
Si fueran la mujer, ¿se quedarían? ¿Es posible sentir con
las mismas palabras? De acuerdo, puede que los términos sean distintos y los
sentimientos, muy parecidos. Pero lo mismo, muchachos, al pie se puede firmar
un contrato, una solicitada, pero no una declaración particular como es la
expresión de afecto o la respuesta a una pregunta.
Yo no me voy del aula la próxima vez que escuche: “Lo mismo
que ella” o “igual que él”, pero quien conteste de ese modo recibirá un uno.