26/12/17

La vida y sus paradojas
El diario Marca apunta que Real Madrid cierra el mejor año de su historia 14 puntos detrás de Barcelona en la liga española. No hay ironía; es lo que indica la tabla de posiciones tras la derrota 0-3 de local, en un año en el cual se alzó con la Champions y la Supercopa de Europa, el torneo local y la Supercopa de España y el Mundial de clubes.
Cristiano Ronaldo es Jekyll y Hyde, con una versión repleta de chambonadas en la liga y otra de goleador decisivo en Europa y el Mundial. El equipo, que no arría la bandera del toque corto, ha perdido la frescura que solían darle Isco y Asensio, por no hablar del oscuro callejón en que se ha adentrado Benzemá en la segunda mitad del año.
Motivos futbolísticos al margen, que el año de mayor cantidad de títulos de Real Madrid concluya con la tercera derrota seguida en casa frente a Barcelona deja una enseñanza: nadie lo tiene todo.
En ocasiones, esto sucede por faltas propias. Cristiano empezó tarde la liga pues debió purgar 5 fechas de suspensión debido a su empujón al árbitro que lo expulsó por celebrar en cueros un gol en el partido de ida por la Supercopa española, frente a Barcelona. La roja que le mostró el referí fue correcta, mas él no pudo asumir que alguien le pusiera merecidos límites.


Del exterior
En otros casos la pena llega por faltas ajenas. Ernesto Cherquis Bialo escribió con la maestría que era presencia en cada página de El Gráfico que, en su noche más gloriosa, Víctor Emilio Galíndez, no pudo evitar la tristeza.
Recuerda que el guapísimo boxeador argentino había tolerado que le cosieran el arco superciliar sin derramar una lágrima, al cabo de su descomunal desgaste en 15 rounds épicos frente a Richie Kates. Perdía la pelea en las tarjetas de los jurados sin necesidad de localismo. El rival lo superaba y, de no mediar la intervención de Tito Lectoure, el combate habría sido detenido.
El viejo sabio y otros que vieron por TV aquella lucha recuerdan al púgil argentino limpiar la sangre que manaba por su rostro en la camisa del árbitro, más tarde destinada al salón mundial de la fama del box.
El coraje y la astucia dieron un golpe de nocaut y de heroísmo.
Alegría, orgullo, abrazos. Y después, llantos. Los que no habían aparecido por el dolor de los golpes ni por los puntos de sutura se hicieron sentir cuando a Galíndez le informaron que en el Mustang Ranch de Reno, Estados Unidos, su idolatrado Oscar Ringo Bonavena había sido asesinado.