Pena y regocijo
-Ya vas a ir a la carnicería a pedir marucha por marotilla. ¡Cogote te voy a dar! ¡No salís vivo. Y mirá que cuando yo promete cumplo!
El hincha estaba furioso y repitió la amenaza varias veces, hasta que el árbitro asistente se cansó o imaginó que del dicho al hecho esa vez no habría largo trecho y pidió la intervención policial.
Para cuando llegaron los efectivos a la tribuna vieja de Estudiantes, el buscado no estaba.
El partido terminó 3 a 1 y fue uno de los tantos en los que el poderoso vencía y el derrotado sentía que la justicia se había sacado la venda de los ojos.
Quisieron los resultados ajenos que Alberdi siguiera con chances de entrar en el torneo Interligas que habría de comenzar antes de fin de año. Todo era cuestión de ganarle a Atenas un desempate entresemana que se disputó en la misma cancha de Estudiantes donde Alberdi había vivido su sábado triste.
Como corresponde al fútbol, el destino no pintó con pincel sino a los brochazos. La hinchada mercedaria volvió a la misma tribuna Oeste de la amarga tarde del sábado previo; la de Atenas, a la que da espaldas a la avenida España.
Paridad y pierna fuerte, razonable para una clasificación que se dirime a partido único. Lastimado, un jugador de Atenas sale para que lo atienda un asistente. "¿Te sale mucha sangre, mamita?", pregunta retóricamente un hincha.
¡Gol de Alberdi! ¡Gol, gol, gol de Alberdi! ¡Gol de Alberdi!
El viejo sabio y su hijo se abrazan como otros hinchas. El fútbol vuelve a dar revancha y la luna brilla albiceleste una imborrable noche de 1987.