Clásico barrial, combate y amor
"Viva Perón que regalaba ropa y la p...".
El Mono estaba algo borracho, pese a lo cual se las arreglaba para contestar razonablemente a quien lo invitaba a irse de la cancha: "No sé cómo hice para entrar y vos me pedís que encuentre la salida".
Pocas emociones en el primer tiempo entre Municipal y Alberdi en 1986, salvo el animado diálogo del Mono, quien en 1997, cuando el 2-1 de Boca sobre River, gritó el gol de Martín Palermo en el club El Sol más o menos parecido a como estaba en la cancha de La M: "¡Gol, gol, gol, tengo ganas de llorar!", con la voz entrecortada no solo por la emoción.
Segundo tiempo del clásico de los pobres en Río Cuarto. El frío se nota, por bastante que repare el paredón de la cancha de bochas. Mientras Santos Laciar está haciendo el calentamiento previo a su combate con el mexicano Gilberto Román, Municipal mete un gol.
Falta poco para que termine el partido y, aunque queda en el bolsillo uno y medio de los cuatro turrones, el ánimo no está para golosinas.
Se acerca el final. Nuevo avance. Vamos, vamos, vamos Alberdi que se puede. ¡Gooooooool! Un grito que calienta la garganta mientras el alambrado es ese viejo amigo del que uno se cuelga en momentos inolvidables.
Uno a uno.
En casa, el amor de madre derrota a su desinterés por el fútbol y escucha con atención la síntesis del empate agónico. Mate, café con leche y masitas en la mesa, testigo silenciosa de comidas atragantadas y de otras sabrosamente gozadas a la vuelta de la cancha. La pelea de Laciar por el título mundial está por comenzar.