Por qué fracasamos
"La tierra del olvido", canta Juanes. "Presente", podría decir la Argentina futbolera.
Muere un futbolista por un golpe contra una pared demasiado cercana. Se
para la actividad una semana, se hace un minuto de silencio y se
promete que se pondrán colchonetas protectoras, al estilo de las que
cubren la base de los tableros de basquet de la NBA. Fin del problema,
total alcanza con anunciar soluciones.
Un chanta que lucra con la ignorancia ajena, conocido como Brujo Manuel, recibe cobijo en Quito cuando Argentina juega el partido decisivo contra Ecuador por las eliminatorias.
El presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, mandamás de
Barracas Central, acaso teme que su equipo no ascienda de categoría y,
durante el campeonato, decide que al Nacional B o suban directamente
cuatro equipos y no solo uno, como indicaba el reglamento antes del
comienzo del certamen.
Claudio Tapia, presidente de AFA que aumentó los ascensos de la B
Metropolitana y mantuvo a raya los del interior, contrata como director
de selecciones argentinas a César Menotti, quien se destacó por
potenciar el fútbol de las provincias. Desde luego, no es así como se
termina con el centralismo; apenas si se consolida una incoherencia.
Menotti comenta a viva voz que a Messi no se lo tendría que haber convocado para el amistoso con Venezuela, quizás olvidando
que cuando él dirigía a la Argentina ponía el grito en el cielo cuando
alguien opinaba de sus decisiones. ¿Desconoce el impacto de su palabra?
¿O lo usa para que cada vez tambalee más el banquito donde se sienta
Lionel Scaloni?
Como coordinador de selecciones argentinas, Menotti se debe a los diálogos entre cuatro paredes, no al candelero mediático.
Pero a los 80 años es difícil cambiar: la vanidad no tiene fecha de vencimiento.
Tapia es más joven. Lástima que no le llegue ni a los talones.
El técnico del seleccionado afirma que él resuelve que Lionel Messi
juegue solamente contra Venezuela. ¡¿Cómo?! ¿Scaloni, más poderoso que
Messi?
La afirmación de Scaloni desprecia la verdad y subestim a los
hinchas. No son estos rasgos los que conviene cultivar para merecer el
éxito. Son, en cambio, del tipo de patrones que conlleva la ilusión de
que Messi nos salve de tantos errores que vaya si supimos concebir.