25/7/19

Indecencias
Se sabe que muchas canalladas no reciben castigo legal. Igual es bueno recordarlo.
Si alguien roba billeteras y celulares en un colectivo y lo descubre un policía, es probable que al menos pase unas horas en una comisaría. Si otro mete algunos billetes en la caja registradora y otros en su propio bolsillo, también.
Sin necesidad de obrar a escondidas, hay deportistas de élite que cobran cerca de un millón de euros por mes aunque al mundo le resulta evidente que no los merecen. Es el caso de Gareth Bale en Real Madrid. Se atrinchera en el club aunque sabe que el entrenador no lo quiere tras una temporada en la que jugó a desgano y mal, por no hablar de sus crónicas lesiones musculares de hace seis años.
Bale, como el 99 por ciento de los futbolistas, conoce cuánto ha dado y si merece lo que recibe. Su sentido de pertenencia hacia el Real Madrid se grafica en que al cabo de seis años en el club apenas si habla español. Aprendió lo suficiente para quejarse si el entrenador lo sienta en el banco de suplentes y pedirle a su representante que le consiga algún equipo dispuesto a pagarle 12 millones de euros al año, lo cual en función de sus recientes prestaciones equivale a reclamar un invierno caluroso en la Antártida. Si ese club no aparece, Bale continúa como un okupa legal, amparado por un contrato entre cuyas cláusulas no figura la decencia.
El galés fue un extraordinario jugador, protagonista de logros entre cuyos principales figuran 4 títulos de Champions League (copa Libertadores europea), 4 mundiales de clubes y una liga local en el Real Madrid. Cobró fortunas por cada temporada, acaso se creyó el mejor y, tras la partida de Cristiano Ronaldo, estuvo lejísimo de demostrarlo. Lo sabe. No obstante, se empecina en continuar cobrando según lo firmado, no de acuerdo con sus méritos. Por supuesto, la ley lo ampara.
Pero su proceder no es muy distinto al del ladronzuelo de celulares y billeteras o al deshonesto cajero de un café.

Aire puro
¿Qué sentido tiene criticar al multimillonario Gareth Bale? Al cabo, por mucho que le saque a Real Madrid sin darle fútbol a cambio, no podrá quebrar a un club que es una máquina de facturar.
Bale no será el primero ni el único que atienda más su cuenta bancaria que su decoro.
Con todo, importa denunciar actitudes como la suya. No hace falta ser carterista para tomar lo ajeno.
También en España, y a años luz del poderío económico de Bale, Mario Kempes rechazó lo que podría haber cobrado. En El Gráfico del 1 de abril de 1997, cuenta que a poco de asumirlo abandonó el cargo de ayudante de Héctor Núñez en el club Valencia pues "me pagaban por no hacer nada y yo no soy capaz de robarle la plata a nadie".
Este año se vota en Argentina. No hace falta un traje a rayas para ser indecente. Ni ser millonario para ser honesto. Es importante recordarlo.
Creer y reventar
Alejandro Dolina señala que hay quienes sufren de bovarismo ascendente y se creen mejores de lo que son. Las consecuencias son peligrosas y cada lector ha de tener varios ejemplos al respecto.
Uno, al paso: millones de futboleros argentinos, a babuchas de dos Mundiales ganados en los lejanos 1978 y 1986, suelen asumir que por eso la selección está condenada al éxito. Ni hablar si la integra Lionel Messi. No importa que el mejor del mundo juegue con otros diez; con él alcanza y sobra.
Este tipo de pensamiento mágico -por no decir idiota- se hace trizaa con realidades como la más reciente: el campeón de la última liga argentina de fútbol, Racing, cayó por penales ante Boca Unidos, equipo de tercera división.
Sigamos creyéndonos mejores. Mientras, otros lo son.

2/7/19

Que les garúe fino, millonarios
Pagar menos que otros en el fútbol híperprofesional entraña el riesgo de quedarse sin grandes figuras. Pagar más no garantiza generar sentido de pertenencia ni esfuerzo sin tregua para defender una camiseta.
En 1984, ocho jugadores se fueron de Boca libres por falta de pago y en los dos siguientes años Boca se tuvo que arreglar con planteles sin brillo. Dado que obtener campeonatos era una quimera, se festejaba acceder a liguillas para la copa Libertadores, logro mayúsculo en función de las carencias económicas. Además, si se las ganaba, como en 1986 tras caer 0-2 en la Bombonera y vencer 4-1 de visitante a Ñuls al cabo de ir perdiendo 1-0 hasta los 41 minutos, el triunfo era a lo Boca y la historia, honrada aun en la estrechez económica.
Cobra un sueldo millonario en dólares, tanto que se burla de adversarios diciéndoles que los puede comprar para que jueguen en el patio de su casa. 
No necesita ir a Europa o volver a México para garantizar el futuro de sus descendientes.
Sin embargo, Darío Benedetto, delantero de Boca que lejos está del que tres años atrás le prestó al club un kilo de dólares para que su transferencia se hiciera, parece que se va.
¿Adónde? A Olympique de Marsella, club de segundo orden en el Viejo Continente.
Acaso haya aprendido de Carlos Tevez, otro que en el nombre de la familia se fue del xeneize (al cabo de años de ingresos multimillonarios en Brasil, Inglaterra e Italia) a ¡China!
Tevez y Benedetto, ni hablar Gago, célebre cobrador de fortunas a cambio de muy salteadas prestaciones (Riquelme donaba sueldos si se lesionaba), ejemplifican qué es el amor a la camiseta para muchos futbolistas del siglo 21. Ilustran la sociedad líquida de la que habla Zygmunt Bauman. Son capaces de entregarse... hasta que el ídolo dinero tiente mejor. Aman el fútbol de grandes emociones hasta que aparece una oferta para ir a una competencia menor.
Lo peor es qur Benedetto y Tevez han sido referentes de Boca. Millonarios en sus cuentas, no en su sangre amateur para seguir ahí donde dicen que está su corazón, ayudan a explicar por qué este Boca sin deudas no gana mucho más que el empobrecido de mediados de los ochenta