2/7/19

Que les garúe fino, millonarios
Pagar menos que otros en el fútbol híperprofesional entraña el riesgo de quedarse sin grandes figuras. Pagar más no garantiza generar sentido de pertenencia ni esfuerzo sin tregua para defender una camiseta.
En 1984, ocho jugadores se fueron de Boca libres por falta de pago y en los dos siguientes años Boca se tuvo que arreglar con planteles sin brillo. Dado que obtener campeonatos era una quimera, se festejaba acceder a liguillas para la copa Libertadores, logro mayúsculo en función de las carencias económicas. Además, si se las ganaba, como en 1986 tras caer 0-2 en la Bombonera y vencer 4-1 de visitante a Ñuls al cabo de ir perdiendo 1-0 hasta los 41 minutos, el triunfo era a lo Boca y la historia, honrada aun en la estrechez económica.
Cobra un sueldo millonario en dólares, tanto que se burla de adversarios diciéndoles que los puede comprar para que jueguen en el patio de su casa. 
No necesita ir a Europa o volver a México para garantizar el futuro de sus descendientes.
Sin embargo, Darío Benedetto, delantero de Boca que lejos está del que tres años atrás le prestó al club un kilo de dólares para que su transferencia se hiciera, parece que se va.
¿Adónde? A Olympique de Marsella, club de segundo orden en el Viejo Continente.
Acaso haya aprendido de Carlos Tevez, otro que en el nombre de la familia se fue del xeneize (al cabo de años de ingresos multimillonarios en Brasil, Inglaterra e Italia) a ¡China!
Tevez y Benedetto, ni hablar Gago, célebre cobrador de fortunas a cambio de muy salteadas prestaciones (Riquelme donaba sueldos si se lesionaba), ejemplifican qué es el amor a la camiseta para muchos futbolistas del siglo 21. Ilustran la sociedad líquida de la que habla Zygmunt Bauman. Son capaces de entregarse... hasta que el ídolo dinero tiente mejor. Aman el fútbol de grandes emociones hasta que aparece una oferta para ir a una competencia menor.
Lo peor es qur Benedetto y Tevez han sido referentes de Boca. Millonarios en sus cuentas, no en su sangre amateur para seguir ahí donde dicen que está su corazón, ayudan a explicar por qué este Boca sin deudas no gana mucho más que el empobrecido de mediados de los ochenta