Día pesado
Ese día Adrián Ramírez había escuchado demasiadas falacias. Entre ellas, el promocional de un grupo multimedio que mencionaba nombres de periodistas y animadores diferentes lo cual se supone probaba su heterogeneidad de opiniones. Por supuesto, no decía que eran distintos dentro de un marco, tácito tal vez, en el que la oposición incondicional al gobierno era ley.
Otra falsedad que tuvo que tragar esa jornada fue la de "queremos que todos se eduquen", que día a día encubría una realidad: "que todos aprueben, aunque no lo merezcan". Se le erizaba la piel cuando a esto se le añadía el latiguillo de la inclusión en un sinnúmero de escuelas públicas y el de la diversidad en las privadas.
¿Qué es más respetuoso cuando se trabaja en la educación de un adolescente: darle palmadas condescendientes pese a que ignora conceptos básicos de las materias o marcarle los errores sin por ello hacerlo sentirse un idiota?
Parece mentira que esta pregunta, retórica un tiempo atrás, hoy genere dudas y respuestas absurdas en muchos que están a cargo de la enseñanza.