Fanatismo, mal de muchos
Por Elena Faricelli y Viviana Méndez, estudiantes del Programa Educativo de Adultos Mayores
Más que nunca vemos la preponderancia
del fanatismo en nuestras actitudes frente a las cosas de la vida.
Un amigo que dice: “Ni loco miro a River”.
Otro: “Me encanta Boca, no existe un equipo mejor”.
Es tal su nivel de fanatismo que, aunque
el equipo pierda, justifican el accionar del delantero, del arquero o de otro
de los once futbolistas.
Tal fanatismo no duda en endiosar a un
jugador, aprobando todo lo que dice o hace, tomándolo no como lo que es, un jugador
excelente, sino como un referente social, familiar y en algunos casos ejemplo a
seguir.
También hay fanatismos religiosos, lo
que está provocando matanzas en el mundo; de músicos, quien los sigue lleva
impresa la remera con su retrato y lleva días haciendo fila, durmiendo en la
intemperie para conseguir la tan ansiada entrada para ver a su cantante
preferido.
Esas
palabras
La escritora Angélica Gorodischer escribe
un artículo bajo el título “¿Alguien me explica qué quiere decir ‘a ver’?”
Dice: Ahora esto de ‘a ver’ “está invadiendo todos los ámbitos de la vida
diaria”.
“Esto de ‘a ver’ es bastante nuevo y muy
desagradable”, dice la escritora.
Cuando alguien aplica la expresión “con tono
perentorio y definitorio”, parece que “nos está diciendo ‘vos sos ignorante y
no entendés nada, pero yo que lo sé todo te voy a explicar’. Sí, por supuesto
es una muletilla más, a ser agregada a ‘digamos’, ‘nada’, ‘de alguna manera’ y
otras pavadas afines. Una lástima. En ese rubro habría que restar en vez de
sumar. Poner límites, ¿no le parece? En fin, en esto pasa como en los buenos
deseos y las buenas intenciones de las autoridades, sobre todo cuando se trata
de educación, cultura y ese tipo de frivolidades”.
La escritora se pregunta: “¿Le
prohibimos a la gente que diga “a ver”? Les ponemos una multa? O los metemos en
cana? Me parece que esto último es un drástico y suena autoritario. Pues si e
las escuelas no se enseñan las reglas de gramática y ortografía porque eso de
reglas es autoritario, piense en lo que sería si pronunciar ‘a ver’ fuera no
digo un delito, pero sí falta grave”.
Gorodischer cuestiona: “¿Vamos a
terminar escrachados por un par de palabrejas sin importancia? Bueno, no, las
palabrejas, aunque sean cortitas y desagradables, si se juntan siempre tienen
importancia”.
Sigue: “Quiero decir que las palabras
todas toditas sin distinción de religión, color de piel, aspecto, etc. son
importantes. Finalmente fueron ellas las que nos transformaron y nos hicieron
humanos”. No propone “que adoremos las palabras, pero sí que las tratemos con
un poco más de amor y no las arrastremos por el fango, como diría algún autor
de novelas románticas. Oiga, por favor, no diga nunca más eso de ‘a ver’”.
Peligro
El escritor Julio Cortázar escribió “uno
de sus mejores cuentos, Casa tomada, también “uno de los más controvertidos”,
plantea Francisco Seminario. “Algunos entrevieron después en ese cuento una
metáfora política”, indica. “Cortázar soñó una casa y otros leyeron un país. Y
quizá estuvieran en lo cierto: el propio escritor no excluyó la posibilidad de
que en su sueño hubiera traducido una sensación que a su juicio se desprendía
de la realidad cotidiana del primer peronismo y que más tarde lo empujó al
autoexilio como opción a la “casa tomada”.
“Pasaron seis décadas desde la primera
publicación del cuento”, añade el periodista. “La potencia de algunas metáforas,
se supone, guarda relación con su capacidad
para actualizarse frente a realidades cambiantes”. Pero en este caso es “como
en un deja vú” que se repite al infinito. Seminario expresa que la casa,
pareciera, siempre está de una u otra manera tomada. En los setenta (casa
violenta) en los ochenta (casa en desorden) en los noventa (casa rematada), la
casa en ruinas de la crisis.
“Y ahora está la casa dividida”, asevera.
“En el cuento de Cortázar, los espacios de la casa se van reduciendo a medida
que ésta es ‘tomada’. No sabemos por qué o por quién y tampoco si la toma es
real o imaginaria. Sus dueños sencillamente van cerrando puertas a medida que
los nuevos ocupantes avanzan de habitación en habitación. No la resisten: se
acomodan en espacios cada vez más pequeños, aceptan resignados que no hay mucho
que ellos puedan hacer al respecto. Y cuando ya no tienen más espacios hacia
los cuales retroceder, abren la puerta y se van. Pero antes, con más tristeza
que bronca, tiran la llave a la alcantarilla”.
Considera que es difícil entender con
qué naturalidad los dueños aceptan el avance de ‘los otros’.
“Quizá también esta pasividad frente al
despojo tenga un valor metafórico. La historia indica que muchas veces el temor
y el silencio se instalan de a poco, de manera casi imperceptible, hasta que se
naturalizan como se naturalizan las sensaciones. Hasta que ya no se siente lo
que se siente”.
Para Seminario, “la arbitrariedad como
método, el atropello, la intolerancia y el sectarismo, crean sensación de casa
tomada. También la disputa vociferante de los fanáticos, a favor y en contra”.
Asimismo, “la sensación de casa tomada
crece y se extiende cuando no hay espacios para el debate, cuando nos dicen que
hay buenos y malos” y cuando persisten la pobreza y el hambre mientras se
gastan recursos cruciales para paliar estas realidades. Claro, ésta es sólo una
sensación.
Escudo
Las redes sociales, tan beneficiosas en
muchos aspectos, también entrañan peligros evidentes y han permitido que cualquier delirante
exprese odios, rencores, fanatismos, amores enfermos, calumniando, acosando y
maltratando a personas e instituciones con total irresponsabilidad.
Una persona dice cualquier cosa sobre
alguien y cuando ese alguien es insultado se defiende y acusa al cualquiera
agresor, el agredido niega ese Facebook, Twitter o lo que sea diciendo que
alguien ha tomado su nombre para decir cualquiera. Este fanatismo es
contagioso.
En los años sesenta se proyectaba un futuro
para la humanidad con acuerdos internacionales que permitirían una coexistencia
de distintos modos de ver la vida. Algunas cosas se han cumplido, otras no y
muchas han salido totalmente al revés. Sería bueno que el mundo no esté cada
vez más alejado de la comunicación humana, esa que solo se logra con el
contacto emocional, la confesión íntima, la comunión espiritual, la fidelidad a
sentimientos, el cuidado de guardar lo que los otros nos pidieron que guardemos
y no traicionar la fe que algunos hayan depositado en nosotros. Y así
conviviendo con otros, no caeremos en los fanatismos que nos amurallan, nos
acorralan, nos circunscriben a nuestro sentir, a nuestro yo, llegando a la
conclusión de que fanatismo y soledad son compatibles.
Contraejemplo
Dice Khalil Gibran:
Del
hablador he aprendido a
callar;
del intolerante, a ser
indulgente,
y del malévolo,
a
tratar a los demás con
amabilidad.
Y por curioso que
parezca,
no siento ninguna
gratitud
hacia esos maestros.
Resultadismo
Estudios de psicólogos sociales nos
muestran en teoría que ser fanático surge a partir de la necesidad de
seguridad, se trata de una especie de compensación frente a un sentimiento de inferioridad.
Tendríamos que pensar en qué orden de
nuestra vida podemos enfrentarnos con el fanatismo. Se suele decir “no importa
cómo lo hagas sino cuánto empeño pongas” o “no importa cómo lo hagas sino el
amor que le pones”. Lo importante es ser justo y no fantástico o fanático.
En la sociedad en
la que vivimos es muy fácil encontrar fanáticos, fantásticos dioses todopoderosos
dueños de la verdad absoluta totalmente intransigentes: “Yo sé, no me igualan, todavía
no nació quien me pueda”. Ante tanta intolerancia hacia lo que piensan o
sienten los demás, qué importante sería preguntarnos: ¿Somos así de ¡fanáticos!
para ponerle el pecho a nuestra embargada patria?
El fanatismo no
está solamente en los deportes. Vemos en la pantalla chica caras con gran poder
adquisitivo y ganas de obtener la mejor puntuación que no escatiman en mostrar
lo impensado y a cualquier hora con tal de que el resultado al día siguiente
sea comentado en todos los medios de comunicación. Sacan a relucir glorias ya
fallecidas y se prenden de ese pasado. Fue bueno y mejor si fue escandaloso.
Este bendito país
tuvo un dios todoterreno, la furia de los más grandes del mundo, la verborragia
de los pequeños. Aún persisten sus glorias no tan gloriosas como los
campeonatos del mundo, pero aun más vendedoras y sugestivas que el gol de cinco
gambetas y ganarnos casi las islas.
Estrategia
Ser diva o divo en nuestra sociedad
consumista es cosa no tan difícil, sí lo resulta perdurar. Algunos saltan a la
fama solo con algunos minutos destrozando años de carrera de alguien de alta
gama y, por supuesto, contando algunos secretos muy bien guardados.
El existencialismo parte de la fórmula de
que la existencia precede a la esencia, al decir de Jean Paul Sartre.
Se recuerda con aprecio a los maestros
brillantes, pero con gratitud a los que tocaron nuestros sentimientos. La vida
no vivida es una enfermedad de la que se puede morir, cuida tus pensamientos
porque se volverán palabras. Albert Einstein nos dejó un legado: “Intenta no volverte un hombre exitoso
sino volverte un hombre de valor”.
Nota
del editor: si consigues leer este artículo sin brotarte ni adherir ciegamente porque
contiene extractos de diarios Perfil y La Nación, tal vez puedas sentirte
exento de fanatismo político.