28/11/12

Para cambiar así...
Daniel Passarella se fastidiaba porque Carlos Bilardo no lo declaraba públicamente "titular seguro" como a Maradona para el Mundial de 1986. Este tipo de detalles de comunicación que lo desvelaban pasó a importarle poco y nada al despedir por teléfono a Leo Astrada de la conducción técnica de River en 2010.
Por haber sido artífice de la clasificación argentina en las eliminatorias de 1985 rumbo a México, Passarella reclamaba gratitud. Años después se convirtió en presidente de la Banda Roja. Durante su mandato, Matías Almeyda le puso el pecho a la camiseta a la hora del descenso y soportó duras críticas como técnico en la B Nacional. Condujo el regreso a Primera y el mantenimiento en la máxima división con un promedio que no da para preocuparse. El 28 de noviembre de 2012, sin embargo, Passarella resolvió que era tiempo de deshacerse de Almeyda.
¡Ay, la desmemoria!
Merecidos abrazos

Se iba el nueve. El hombre se bajó del 18 y empezó a trotar. El chofer lo vio mientras cortaba los boletos de los pasajeros que subían. El trote se hizo corrida porque ya nadie había en la fila del nueve. Desde el 18 sonó un bocinazo para que el otro ómnibus esperase. Se había consumado una acción solidaria, un gesto de ayuda de un joven conductor hacia uno de los tantos desconocidos a los que cada día transportaba.
A él.
A los miembros de las cooperativas de trabajo que en las plazas regalan el olor de pasto recién cortado.
A los carniceros que desgrasan los cortes aun sabiendo que muchos clientes, resignados ante ventajeros, aceptarían lo que les diesen.
A los policías que se arriesgan pese a que, hagan lo que hagan, son estereotipados de corruptos.
A los padres que obran desde el amor y recogen duraderas muecas de fastidio.
A los jefes justos a los que, por pudor, miedo a recibir tareas adicionales u otra razón, no se les agradece.
A los sacerdotes que predican con entusiasmo por más que vean bostezos u otras formas de indiferencia.
A los que escuchan al cabo de una jornada larga, cuando sería lógico que eligieran dejarlo para el otro día.
A todos los que hacen obras buenas y jamás suben a un escenario a recibir premios.

24/11/12

Estaba en otra
Una vez, el maestro uruguayo Oscar Tabárez recordó lo duro que le resultaba tratar de motivar a jugadores del Milan que ya habían saboreado la gloria nacional, europea y mundial a las órdenes de un entrenador italiano. Señaló que los escuchaba hablar más de sus propiedades, entre ellas costosísimas alfombras, que del equipo al que debían enfrentar el domingo.
"Tesis mil veces sustentada, y con acierto casi siempre, la de que la dureza y asperidad de la vida no hace sino acrecentar nuestro amor a ella y que el terrible taedium vitae nace en los hartos" (Miguel de Unamuno, en Glosas al "Quijote". Las causas del quijotismo).
El traje de Tabárez se lo han calzado infinidad de hombres y mujeres que sienten que la más leve brisa se lleva sus palabras lejísimo de sus receptores.
Frustración equivalente sentiría Jorge Corona si, al final de su andanada de chistes, un espectador que va al teatro por inercia le dijera: "Caballero, ¿por qué usa la corbata tan larga?".
Duro el camino del docente, del entrenador, del humorista... de cualquiera que se apasione por algo y trate de compartirlo con más de dos o tres personas de vidas distantes.
Notación: según quien los cuente, también es arduo escuchar relatos de quienes juran su entusiasmo por una actividad.

23/11/12

Sentimientos ajenos
 
En el cuarto año del colegio San Ignacio, Ernesto Jorba tuvo que responder desde conceptos sociológicos esta pregunta: ¿Podemos decir que está mal que alguien se ponga muy triste por una derrota de su equipo de fútbol? Acierta quien entrevé la experiencia de vida docente en el origen del trabajo práctico.
 
En mi opinión, no podemos decir si lo que siente otra persona está bien o mal, ya que todos tenemos diferentes formas de pensar, diferentes sentimientos, gustos, etc. Por lo tanto, si una persona sufre decaídas o lo que fuere por resultados de fútbol, y no compartimos el sentimiento, no soy quien para opinar si lo que le pasa está bien o mal. De todas formas, si lo que le pasa es muy exagerado al punto que afecta su salud, sería bueno hablar con esa persona.
Por otro lado, en este caso, la persona no rompe ningún valor mientras respete y no involucre a las demás personas que lo rodean, en todo caso nosotros estaríamos rompiendo valores al opinar sobre cosas que no nos pertenecen y en las que no estamos involucrados.
La socialización primaria y secundaria, como la educación y por lo tanto la familia, tienen mucho que ver en esto ya que nuestra forma de vida depende de las mismas. Además, este tipo de cosas nos llevan a tener prejuicios, ya sean buenos o malos de esta persona, ya que si la persona se pone agresiva porque su equipo favorito de fútbol perdió, vamos a pensar que es una persona violenta y que por lo tanto no establezcamos mas relación con la misma, pero a lo mejor es una persona muy tranquila que solo reacciona así porque sus sentimientos y su pasión por el deporte la ponen así.
Como conclusión, podemos decir que nos sería apropiado opinar sobre si lo que le pasa a esta persona está bien o mal. Cada uno tiene su identidad y los demás deben respetarla, siempre y cuando no afecte a las demás personas.

14/11/12

Marche un 1
En la conferencia en la que dijo que no volvería a jugar al fútbol en Boca y se refirió a Diego Maradona como "ese muchacho", Román Riquelme también usó el tono humillante para responderle a Martín Arévalo, quien quería que confirmara que su ida de Boca era definitiva.
Ahora que, desinteresado, heroico, se pone a disposición de Boca para volver, ¿tendrá Riquelme la nobleza de pedirle públicas disculpas a Arévalo?
10 en la cancha, no fuera de sus límites.

11/11/12

Idioma fútbol

Suele actuarse de acuerdo con lo que se cree. Un hincha para el cual los futbolistas juegan mal por vagancia les canta "¡olelé/ olalá/ agarren una pala/ vayan a trabajar!".
A menudo se razona en función de lo que se sabe. Para un fanático que conoce que el presupuesto de su club es de los más altos de la categoría resulta inconcebible que los profesionales no den tres pases seguidos: "¡Oh/ que se vayan todos/ que no quede ni uno solo!".
Las condiciones económicas propias meten la cola. Las barras argentinas que reciben dádivas cuantiosas evitan silbidos aun en partidos horribles, en los cuales varias de las otras prometen: "¡Jugadores, jugadores/ no se los decimos más/ si no ganan esta tarde/ los mandamos al hospital".
Los marcos de referencia moldean. Tal como lo escribió Clives Staples Lewis en un ensayo en 1942, cualquiera sea nuestra experiencia, no la consideramos milagrosa si sostenemos una filosofía que excluye lo sobrenatural.
Así, quienes persisten en sospechar que los futbolistas no dan todo de sí continúan agraviando. Los que se dan cuenta de que entregan todo lo que tienen, pero no alcanza ya que es muy poco, sufren en silencio o cada tanto los insultan.
Los habituados a manejarse con apretadas siguen con su aviso: "¡Me parece que (nombre del club) no quiere ganar/ si es así/ si es así/ van a cobrar!".
Los contextos inciden. La música futbolera prefiere las rimas a la justicia, de ahí el estereotipo "que se vayan todos/ que no quede ni uno solo" a sabiendas de que dos o tres de los once son rescatables. Y como se entona lo que decide la barra, a veces el descontento de señores correctos y buenos alumnos se manifiesta con anuncios de palizas.
Entretanto, los que mezclan la religión oficial con el fútbol asumen que cuatro victorias seguidas de ese equipo son un milagro.

4/11/12



Fanatismo, mal de muchos
Por Elena Faricelli y Viviana Méndez, estudiantes del Programa Educativo de Adultos Mayores

Más que nunca vemos la preponderancia del fanatismo en nuestras actitudes frente a las cosas de la vida.
Un amigo que dice: “Ni loco miro a River”. Otro: “Me encanta Boca, no existe un equipo mejor”.
Es tal su nivel de fanatismo que, aunque el equipo pierda, justifican el accionar del delantero, del arquero o de otro de los once futbolistas.
Tal fanatismo no duda en endiosar a un jugador, aprobando todo lo que dice o hace, tomándolo no como lo que es, un jugador excelente, sino como un referente social, familiar y en algunos casos ejemplo a seguir.
También hay fanatismos religiosos, lo que está provocando matanzas en el mundo; de músicos, quien los sigue lleva impresa la remera con su retrato y lleva días haciendo fila, durmiendo en la intemperie para conseguir la tan ansiada entrada para ver a su cantante preferido.

Esas palabras
La escritora Angélica Gorodischer escribe un artículo bajo el título “¿Alguien me explica qué quiere decir ‘a ver’?” Dice: Ahora esto de ‘a ver’ “está invadiendo todos los ámbitos de la vida diaria”.
“Esto de ‘a ver’ es bastante nuevo y muy desagradable”, dice la escritora.
Cuando alguien aplica la expresión “con tono perentorio y definitorio”, parece que “nos está diciendo ‘vos sos ignorante y no entendés nada, pero yo que lo sé todo te voy a explicar’. Sí, por supuesto es una muletilla más, a ser agregada a ‘digamos’, ‘nada’, ‘de alguna manera’ y otras pavadas afines. Una lástima. En ese rubro habría que restar en vez de sumar. Poner límites, ¿no le parece? En fin, en esto pasa como en los buenos deseos y las buenas intenciones de las autoridades, sobre todo cuando se trata de educación, cultura y ese tipo de frivolidades”.
La escritora se pregunta: “¿Le prohibimos a la gente que diga “a ver”? Les ponemos una multa? O los metemos en cana? Me parece que esto último es un drástico y suena autoritario. Pues si e las escuelas no se enseñan las reglas de gramática y ortografía porque eso de reglas es autoritario, piense en lo que sería si pronunciar ‘a ver’ fuera no digo un delito, pero sí falta grave”.
Gorodischer cuestiona: “¿Vamos a terminar escrachados por un par de palabrejas sin importancia? Bueno, no, las palabrejas, aunque sean cortitas y desagradables, si se juntan siempre tienen importancia”.
Sigue: “Quiero decir que las palabras todas toditas sin distinción de religión, color de piel, aspecto, etc. son importantes. Finalmente fueron ellas las que nos transformaron y nos hicieron humanos”. No propone “que adoremos las palabras, pero sí que las tratemos con un poco más de amor y no las arrastremos por el fango, como diría algún autor de novelas románticas. Oiga, por favor, no diga nunca más eso de ‘a ver’”.

Peligro
El escritor Julio Cortázar escribió “uno de sus mejores cuentos, Casa tomada, también “uno de los más controvertidos”, plantea Francisco Seminario. “Algunos entrevieron después en ese cuento una metáfora política”, indica. “Cortázar soñó una casa y otros leyeron un país. Y quizá estuvieran en lo cierto: el propio escritor no excluyó la posibilidad de que en su sueño hubiera traducido una sensación que a su juicio se desprendía de la realidad cotidiana del primer peronismo y que más tarde lo empujó al autoexilio como opción a la “casa tomada”.
“Pasaron seis décadas desde la primera publicación del cuento”, añade el periodista. “La potencia de algunas metáforas, se supone, guarda relación con su capacidad  para actualizarse frente a realidades cambiantes”. Pero en este caso es “como en un deja vú” que se repite al infinito. Seminario expresa que la casa, pareciera, siempre está de una u otra manera tomada. En los setenta (casa violenta) en los ochenta (casa en desorden) en los noventa (casa rematada), la casa en ruinas de la crisis.
“Y ahora está la casa dividida”, asevera. “En el cuento de Cortázar, los espacios de la casa se van reduciendo a medida que ésta es ‘tomada’. No sabemos por qué o por quién y tampoco si la toma es real o imaginaria. Sus dueños sencillamente van cerrando puertas a medida que los nuevos ocupantes avanzan de habitación en habitación. No la resisten: se acomodan en espacios cada vez más pequeños, aceptan resignados que no hay mucho que ellos puedan hacer al respecto. Y cuando ya no tienen más espacios hacia los cuales retroceder, abren la puerta y se van. Pero antes, con más tristeza que bronca, tiran la llave a la alcantarilla”.
Considera que es difícil entender con qué naturalidad los dueños aceptan el avance de ‘los otros’.
“Quizá también esta pasividad frente al despojo tenga un valor metafórico. La historia indica que muchas veces el temor y el silencio se instalan de a poco, de manera casi imperceptible, hasta que se naturalizan como se naturalizan las sensaciones. Hasta que ya no se siente lo que se siente”.
Para Seminario, “la arbitrariedad como método, el atropello, la intolerancia y el sectarismo, crean sensación de casa tomada. También la disputa vociferante de los fanáticos, a favor y en contra”.
Asimismo, “la sensación de casa tomada crece y se extiende cuando no hay espacios para el debate, cuando nos dicen que hay buenos y malos” y cuando persisten la pobreza y el hambre mientras se gastan recursos cruciales para paliar estas realidades. Claro, ésta es sólo una sensación.

Escudo
Las redes sociales, tan beneficiosas en muchos aspectos, también entrañan peligros evidentes  y han permitido que cualquier delirante exprese odios, rencores, fanatismos, amores enfermos, calumniando, acosando y maltratando a personas e instituciones con total irresponsabilidad.
Una persona dice cualquier cosa sobre alguien y cuando ese alguien es insultado se defiende y acusa al cualquiera agresor, el agredido niega ese Facebook, Twitter o lo que sea diciendo que alguien ha tomado su nombre para decir cualquiera. Este fanatismo es contagioso.
En los años sesenta se proyectaba un futuro para la humanidad con acuerdos internacionales que permitirían una coexistencia de distintos modos de ver la vida. Algunas cosas se han cumplido, otras no y muchas han salido totalmente al revés. Sería bueno que el mundo no esté cada vez más alejado de la comunicación humana, esa que solo se logra con el contacto emocional, la confesión íntima, la comunión espiritual, la fidelidad a sentimientos, el cuidado de guardar lo que los otros nos pidieron que guardemos y no traicionar la fe que algunos hayan depositado en nosotros. Y así conviviendo con otros, no caeremos en los fanatismos que nos amurallan, nos acorralan, nos circunscriben a nuestro sentir, a nuestro yo, llegando a la conclusión de que fanatismo y soledad son compatibles.

Contraejemplo
Dice Khalil Gibran:
Del hablador he aprendido a
callar; del intolerante, a ser
indulgente, y del malévolo,
a tratar a los demás con
amabilidad. Y por curioso que
parezca, no siento ninguna
gratitud hacia esos maestros.

Resultadismo
Estudios de psicólogos sociales nos muestran en teoría que ser fanático surge a partir de la necesidad de seguridad, se trata de una especie de compensación frente a un sentimiento de inferioridad.
Tendríamos que pensar en qué orden de nuestra vida podemos enfrentarnos con el fanatismo. Se suele decir “no importa cómo lo hagas sino cuánto empeño pongas” o “no importa cómo lo hagas sino el amor que le pones”. Lo importante es ser justo y no fantástico o fanático.
En la sociedad en la que vivimos es muy fácil encontrar fanáticos, fantásticos dioses todopoderosos dueños de la verdad absoluta totalmente intransigentes: “Yo sé, no me igualan, todavía no nació quien me pueda”. Ante tanta intolerancia hacia lo que piensan o sienten los demás, qué importante sería preguntarnos: ¿Somos así de ¡fanáticos! para ponerle el pecho a nuestra embargada patria?
El fanatismo no está solamente en los deportes. Vemos en la pantalla chica caras con gran poder adquisitivo y ganas de obtener la mejor puntuación que no escatiman en mostrar lo impensado y a cualquier hora con tal de que el resultado al día siguiente sea comentado en todos los medios de comunicación. Sacan a relucir glorias ya fallecidas y se prenden de ese pasado. Fue bueno y mejor si fue escandaloso.  
Este bendito país tuvo un dios todoterreno, la furia de los más grandes del mundo, la verborragia de los pequeños. Aún persisten sus glorias no tan gloriosas como los campeonatos del mundo, pero aun más vendedoras y sugestivas que el gol de cinco gambetas y ganarnos casi las islas.

Estrategia
Ser diva o divo en nuestra sociedad consumista es cosa no tan difícil, sí lo resulta perdurar. Algunos saltan a la fama solo con algunos minutos destrozando años de carrera de alguien de alta gama y, por supuesto, contando algunos secretos muy bien guardados.
El existencialismo parte de la fórmula de que la existencia precede a la esencia, al decir de Jean Paul Sartre.
Se recuerda con aprecio a los maestros brillantes, pero con gratitud a los que tocaron nuestros sentimientos. La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir, cuida tus pensamientos porque se volverán palabras. Albert Einstein nos dejó un  legado: “Intenta no volverte un hombre exitoso sino volverte un hombre de valor”.

Nota del editor: si consigues leer este artículo sin brotarte ni adherir ciegamente porque contiene extractos de diarios Perfil y La Nación, tal vez puedas sentirte exento de fanatismo político.