12/2/14

Vale la pena "El Comité de Dios"

Es políticamente incorrecto para un médico en una clínica hablar sin gesto de pesar sobre la muerte que acecha. Tampoco es cuestión de que se quede inmóvil por excesiva sensibilización.

La obra teatral llamada "El Comité de Dios" debe su nombre a que se trata de un grupo de personas que en una clínica de Estados Unidos debía resolver a cuál de los varios internados que lo necesitan donarle el órgano disponible. Se cruzan distintas variables: qué contención familiar tiene el paciente para la recuperación, su historial, el nivel de relevancia de su trabajo, si consume drogas... y si su familia está dispuesta a hacer una millonaria donación. También influye la necesidad de la clínica de mantener su buen promedio de trasplantes exitosos, en razón de lo cual si la mano viene complicada al paciente se lo deja a la deriva.
Conforman el comité distintos médicos, cada uno con sus apetencias y miserias. Durante la reunión que sube al escenario del teatro Picadero, en el Pasaje Discépolo (Buenos Aires), en reemplazo de uno que no puede asistir hay una flamante doctora que no puede creer la frialdad con la que se discute. Claro que su sensibilidad ante todo la conduce a una indecisión que tampoco ayuda, con el agravante de que la elección de pacientes debe hacerse urgente, si no el órgano queda inutilizable.
Basado en hechos reales, "El Comité..." da pie a gozar con las actuaciones de Alejandra Flechner, Ana Garibaldi, Julieta Vallina, Gustavo Garzón, Roberto Castro, Héctor Díaz y Gonzalo Urtizberea. Sin escatimar humor negro (cuando la nueva participante pregunta en qué lugar puede ubicarse, un médico que anda en silla de ruedas le avisa, que excepto él, nadie es dueño de su asiento), desnuda mezquindades y desubicaciones de variada índole. Cada tanto suenan en la clínica canciones a todo volumen por un aniversario en la ciudad. El personaje de Urtizberea, genial cirujano, se conduce con rudeza y sin culpa hacia la inexperta médica (Garibaldi) que ese día sustituye a un prestigioso colega.
Gustavo Garzón es el coordinador del comité y se ladea entre las exigencias de los dueños y los celos y las verdades que le enrostran sus colegas médicos.
Un sacerdote suma su voz y un chiste sobre moscas, cervezas y europeos que despierta las risas aun en medio de la tensión.
La Flechner es una doctora con un curriculum notable, pero se paraliza ante el caso de una donación que podría ser para una persona adicta a las drogas, exactamente la causa por la que murió su hija.
Como cualquiera de nosotros, cada uno de ellos tiene condicionadas sus decisiones. Como todos alguna vez, deben lidiar con dilemas, con encrucijadas. Si se añade que les toca resolver frente a la muerte, espera o salvación de alguien se llega a un conflicto mayúsculo al que las interpretaciones y la dirección de Daniel Veronese le agregan valor. Aun con una mueca de amargura, el espectador puede salir de la sala feliz por un artístico estímulo a la reflexión.