Rolfi Montenegro, futbolista de Independiente desplazado por el técnico Jorge Almirón, declara que sus gestos de fastidio cuando es reemplazado se deben a que le gusta tanto jugar que ni siquiera acepta ir al arco en partidos con amigos. Justifica, naturaliza hacer pucheros delante de miles de hinchas y millones de televidentes. ¿Aceptaría con la misma facilidad si ese tipo de gestos se los hiciera un entrenador cada vez -y fueron muchas- que él ha tenido bajos desempeños?
Acusar es infinitamente más fácil que ser autocrítico.