24/3/15

Educación: mirá y sonreí 
Utilizar los medios de comunicación masiva en la escuela es una premisa que ha ganado terreno. Tiene sentido toda vez que la mayoría de los adolescentes miran más tiempo pantallas que padres y varios amigos. Al cabo, si alguien quiere que un invitado vuelva a comer, le prepara una comida que le guste.
Ahora bien, ¿la educación formal es el restorán a la carta de un viaje de placer estudiantil? 
Guillermo Jaim Etcheverry, en su maravilloso libro "La Tragedia Educativa", sugiere prudencia frente a la idea de adoptar estrategias de satisfacción al cliente. Prefiere socializar demostrando que hay vida detrás de las pantallas: "A ese objetivo debería apuntar la escuela, a mostrar alternativas, a enseñar a los jóvenes que el modo de ver la realidad a la que están expuestos casi todas las horas de todos sus días no es el único posible".
Uno de sus agregados es también estupendo por cuanto da la pauta de lo necesario que resulta reflexionar para saber con qué ojos percibir lo que tenemos delante: "Lo que vemos adquiere significado cuando se incorpora a un sistema de ideas que lo encuadra".
Disculpe el lector si la pregunta relativa a la educación formal tardó en ser respondida, pero la TV impone matices de suspenso. Luis Landero, escritor y profesor citado por Jaim Etcheverry, sostiene que "aprender cuesta y supone una disciplina, un entrenamiento y un esfuerzo, por más que a la enseñanza se le quiera aplicar también esa norma de la publicidad según la cual un anuncio no debe contener nada susceptible de ser rechazado por el consumidor".