Le estamos errando
Claro
fue el mensaje de los moderadores: aplausos, solo al final. Sin
embargo, al promediar el debate de candidatos a intendente de Río
Cuarto, partidarios de uno empezaron a batir palmas al cabo de un
testimonio y otros los imitaron.
El Aula Mayor de la Universidad
Nacional de Río Cuarto fue testigo de cuán fácil se rompe una norma
inofensiva y de qué poco hicieron para que la cumplieran sus
adeptos, varios de quienes aspiran al sillón de Mójica.
La situación
de este lunes ayuda a entender, por ejemplo, por qué nuestro tránsito es
insoportablemente anómico, caótico, indiferente a la ley.
Barras y llaves
En
Feliz Domingo, programa de entretenimientos del Canal 9 de Alejandro
Romay, uno de las formas de consagrar ganador era por cantidad de
aplausos. Silvio Soldán acercaba el micrófono a la tribuna y la barra
más sonora les daba el triunfo a sus compañeros de curso que habían
actuado.
Parece que el método vale para la política. Candidatos a
la intendencia de Río Cuarto poco y nada hicieron para que sus
seguidores obedecieran la norma evitando aplaudir, acaso por suponer que
la ciudadanía es un rebaño que sigue al pastor más ruidoso.
Así de
similar al escenario de Feliz Domingo, ¿la buena gestión de la ciudad
estará en el cofre de la felicidad, revuelta entre 24 llaves falsas?
Un blog variopinto, con textos ligados a pensamientos, sensaciones, descripciones, narraciones, sentimientos, ocurrencias y reflexiones sobre temas periodísticos sin correr tras primicias. Miradas acerca de lo que nos pasa, lo que nos gustaría, lo que perdimos y lo que soñamos.
30/5/16
23/5/16
Sonidos del naufragio
Dos adultos mayores conversan en una mesa contigua de modo tal que no hay manera de evitar el aturdimiento. En ningún momento se piden repetición de frases, de modo que tamaña intensidad de voz se liga a la desubicación, no a la sordera.
Una mujer chista reiteradamente a un vasco de boina roja con dos prendedores. Quiere el diario que él tiene, pero no considera la opción "¿por favor, podría darme Puntal?". Más vale, que el otro se sienta un burro.
Acaso por problemas en la telefonía, un joven contesta a los gritos un llamado por celular. Con igual delicadeza, pronuncia: "Estoy contento, estoy con plata y no tuve que pasar por la aduana. Te quiero, mamuchi".
¿En qué momento nos olvidamos de que hay otros en el mundo?
¿Cuándo empezamos a confundir tosquedad con autenticidad?
¿Qué día nos empezamos a complacer en la vulgaridad?
Dos adultos mayores conversan en una mesa contigua de modo tal que no hay manera de evitar el aturdimiento. En ningún momento se piden repetición de frases, de modo que tamaña intensidad de voz se liga a la desubicación, no a la sordera.
Una mujer chista reiteradamente a un vasco de boina roja con dos prendedores. Quiere el diario que él tiene, pero no considera la opción "¿por favor, podría darme Puntal?". Más vale, que el otro se sienta un burro.
Acaso por problemas en la telefonía, un joven contesta a los gritos un llamado por celular. Con igual delicadeza, pronuncia: "Estoy contento, estoy con plata y no tuve que pasar por la aduana. Te quiero, mamuchi".
¿En qué momento nos olvidamos de que hay otros en el mundo?
¿Cuándo empezamos a confundir tosquedad con autenticidad?
¿Qué día nos empezamos a complacer en la vulgaridad?
7/5/16
"Cuando estoy frente a él le admiro su belleza y en silencio digo '¡qué hermoso es!'. Meneo apenas la cabeza y quizás se lea en mis ojos todo lo que me atrae". No importa que no sea fotogénico, que en Face salga desmejorado o quizás realmente sea así; lo veo y lo sigo viendo delicioso.
Está en pareja y no quiero armar lío, en especial porque creo que ni se imagina lo que me pasa".
Su compañera de pensión la escuchó y le dijo a Julieta que estaba enamorada y que su rol era como el de Anthony Hopkins en "Lo que queda del día". Su hermana le dio un abrazo.
Hay días en los que Julieta cree que su silencio es noble, otros en los que lamenta haberse callado cuando Adrián Ramírez estaba solo. Que nadie le cante aquello de "la historia vuelve a repetirse"...
Inmediatez fulminante
Algunos agradecimientos son agravios a la memoria. Una tribuna lateral del estadio de Quilmes lleva el nombre de su actual volante central, Rodrigo Braña. Nada de tributos a quienes se empeñaron económicamente por la grandeza de la institución. Tampoco un homenaje a José Yudica, entrenador campeón Metropolitano de 1978 -único título del club en Primera- y que lo guió para el ascenso a la A en 1981.
¿Merece elogios Braña? Sí. Decidió seguir en el club pese a que le deben más de cuatro salarios y recibió una oferta tentadora de Boca. Pero inmortalizarlo en una tribuna de un club centenario es demasiado. Salvo que, como es probable, su nombre sea borrado en unos meses, cuando el trono de lo inmediato lo ocupe otro monarca.
Banderita
Creer que ayer y mañana son palabras vanas no está mal para disfrutar hoy, claro que es en extremo perjudicial si implica desconocer causas de los hechos y consecuencias. Baste con recordar cómo termina -mea culpa- y más de una noche con numerosos vasos de cerveza y cuál fue su origen.
Hacer homenajes en vida es bueno. Pero de ahí a darle por un año la bandera al alumno de mejores notas en el último trimestre hay una distancia enorme. Que Rodrigo Braña, actual jugador de Quilmes, sea premiado con la imposición de su nombre para la tribuna de un club de más de 100 años es una bofetada al pasado. Y ya se sabe cómo suele ser el futuro de entidades así.
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