Bienvenido
"¿Taxi?", ofrece el chofer mientras se sube el cierre del pantalón segundos después de mojar la pared.
Los primeros pasos en Guatemala no son los mejores. La espera rumbo al
centro mejora junto a dos chicas amables, auxiliares de venta en el
aeropuerto. Guatepeor vuelve a escena en el colectivo, cuyo agujereado
piso de chapa deja ver el pavimento y su chofer arrima el recuerdo de la
película "Asesino invisible".
Ya en la metrovía, rápida forma de
transporte, el aviso que prohíbe el uso de armas en su interior empeora
aun más la caída del sol en la capital del país.
Dos días después,
la partida es de dulce nostalgia; se acerca el regreso a casa y queda
atrás un lugar pobre con bellos templos, plaza central y presidencia de
la nación.