Blanco nieve
Por Sabina López, estudiante de sexto año del IPEM 252
¡Hola! ¿Hay alguien? Necesito poder liberar esto. Por favor. Soy yo, eso creo, era yo. Vine a liberarme. Si, sé que no se entiende nada. Basta chicos, la ansiedad mata. Déjenme hablar. Debo advertirles la presencia de un monstruo, pero este no es el que nos contaban de chiquitos. Es un caso serio. Algunos lo llaman nudo, pero si los nudos a veces son útiles, este no cumple con ese requisito. Los positivistas lo llaman cambio o nueva etapa, no creo en esto. Bueno, yo lo llamo blanco, sí señor, blanco es un color, blanco suena a vacío y es lo que le pasa a mi mente. Colapso de ideas, un colapso que no cae. Un cuarto sin nada, pero con todo. Una montaña sobrecargada que no se derrumba. Pero no desesperemos, todo llega, solo hay que respirar hondo y seguir, organizar las ideas, separar cada una en su archivo. No quiero decir que las avalanchas son malas solo que se tarda un tiempo para volver a avistar los pinos que dejó tapados. Por eso estoy acá, ahora, escribiendo, pensando en esto junto a usted, que seguro se imaginó esa pista de esquí tapada por la nieve pura y nítida, todos esos obstáculos se esfumaron a prisa, sin calma, pero parece costar el doble este recorrido. ¿Alguna vez escuchó que los desastres pueden ser hermosos? Bueno hoy lo confirmo, mi desastre existencial es tan desastroso que asusta, pero de chiquita me enseñaron a vencer los miedos, a superarme, a no dejarme caer y me lo prometí. Una vez más estoy frente a uno de esos miedos, espero que no sea el peor, me gustan los miedos, los desastres, los derrumbes, las crisis, las paredes enormes que se encierran en la terquedad de interrumpir mi camino siempre, no, no señor, no soy masoquista solo pienso que se puede aprender de ellos tanto como de una buena historia de vida. Basándome en esto dejo aquí que mi desastre caiga, no importa dónde, cómo solo que caiga sin más cerrojos. Me libero de mi monstruo, de mi blanco, sabiendo, obviando, que volverá a producir otras crisis existenciales, a crear un millón de preguntas, a generar dudas sobre mí, pero evitando que sean las mismas y buscando la forma de sortearlas, convertirlas en aprendizajes o mutarlas a nuevos monstruos. Éxitos en las próximas batallas y que los miedos no se conviertan en límites.
Por Sabina López, estudiante de sexto año del IPEM 252
¡Hola! ¿Hay alguien? Necesito poder liberar esto. Por favor. Soy yo, eso creo, era yo. Vine a liberarme. Si, sé que no se entiende nada. Basta chicos, la ansiedad mata. Déjenme hablar. Debo advertirles la presencia de un monstruo, pero este no es el que nos contaban de chiquitos. Es un caso serio. Algunos lo llaman nudo, pero si los nudos a veces son útiles, este no cumple con ese requisito. Los positivistas lo llaman cambio o nueva etapa, no creo en esto. Bueno, yo lo llamo blanco, sí señor, blanco es un color, blanco suena a vacío y es lo que le pasa a mi mente. Colapso de ideas, un colapso que no cae. Un cuarto sin nada, pero con todo. Una montaña sobrecargada que no se derrumba. Pero no desesperemos, todo llega, solo hay que respirar hondo y seguir, organizar las ideas, separar cada una en su archivo. No quiero decir que las avalanchas son malas solo que se tarda un tiempo para volver a avistar los pinos que dejó tapados. Por eso estoy acá, ahora, escribiendo, pensando en esto junto a usted, que seguro se imaginó esa pista de esquí tapada por la nieve pura y nítida, todos esos obstáculos se esfumaron a prisa, sin calma, pero parece costar el doble este recorrido. ¿Alguna vez escuchó que los desastres pueden ser hermosos? Bueno hoy lo confirmo, mi desastre existencial es tan desastroso que asusta, pero de chiquita me enseñaron a vencer los miedos, a superarme, a no dejarme caer y me lo prometí. Una vez más estoy frente a uno de esos miedos, espero que no sea el peor, me gustan los miedos, los desastres, los derrumbes, las crisis, las paredes enormes que se encierran en la terquedad de interrumpir mi camino siempre, no, no señor, no soy masoquista solo pienso que se puede aprender de ellos tanto como de una buena historia de vida. Basándome en esto dejo aquí que mi desastre caiga, no importa dónde, cómo solo que caiga sin más cerrojos. Me libero de mi monstruo, de mi blanco, sabiendo, obviando, que volverá a producir otras crisis existenciales, a crear un millón de preguntas, a generar dudas sobre mí, pero evitando que sean las mismas y buscando la forma de sortearlas, convertirlas en aprendizajes o mutarlas a nuevos monstruos. Éxitos en las próximas batallas y que los miedos no se conviertan en límites.