Glorioso encuentro
Si el enojo tiene alas, ese día Adrián Ramírez volaba sin parar. Frustración por aquí, fastidio por allá, el día de trabajo le había ratificado que nadie sale invicto de la vida y que algunos días las derrotas se encadenan para formar un precioso collar de plomo.
Los críticos y reideros mensajes de su amigo Jorge Omar le hicieron menos pesada la espera del colectivo y lo acompañaron en el reposo hogareño, cuando ya las alas de su irritación no batían tanto.
Un par de palabras más de las habituales en la lavandería, como si la amargura le despertara gentileza con quienes la merecen, lo animaron a pensar que no solo de traspiés estaba hecha la jornada.
Empezó a elongar, volvió a escuchar viejas canciones y salió a trotar.
Iba por Caseros al 700 cuando una mujer que andaba en bicicleta lo saludó: "Aguante Los Andes".
Bello atardecer, feliz ocaso, memorable momento.
El trote fue plácido, saludable, los rayos de sol que apenas asomaban en el cielo nuboso se le hicieron sonrisas.
Las rachas se cortan, pensó. Se bañó y escribió algo en su diario mientras escuchó el programa "Vivo por Los Andes" y los once partidos sin victorias le pesaron menos que de costumbre.