3/1/19

Horas de miércoles y amorosos lugares
"Para rodilla, para cabeza", ofrece una mujer tal vez china entre los pasajeros del tren Sarmiento. "Veneno para cucarachas", agrega. Quedaron atrás Villa Luro, Floresta, Caballito y cada vez está más cerca la estación final.
El tren no va lleno y el aire acondicionado alivia el calor, que se notará al bajar. Es una de las diferencias, otra es que del silencio cortado por la vendedora se pasa al ruido de los cientos de personas que bajan en Once. No porque se pongan a conversar; cada uno continúa con su música y demás usos del celular, pero tantos trancos presurosos se hacen oir.
Se ven casas de envío de dinero a India, Pakistán, Senegal, aparte destinos latinoamericanos. El café de los angelitos, las esculturas de atlantes que sostienen columnas de viejas edificaciones de la avenida Rivadavia, kioscos de flores y los locales de ropa son imágenes previas al asomo de la cúpula del Congreso, al colchón bajo el alero del teatro Liceo y a las torres de avenida De Mayo y Saenz Peña, vecinas de las del palacio Barolo, dominante en amarillo claro y verde, visibles entre árboles y farolas coloniales.
La identidad y la costumbre orientan al sur. Las columnas de la facultad de Medicina son mensajeras de la solidez del esfuerzo y de la belleza, igual que el parque Lezama y la pared de calle Almirante Brown que muestra en sobrerrelieve los conventillos y los negocios y viviendas de ladrillo y chapa que abundan detrás de la histórica Casa Amarilla.
No hay por aquí los grafitis de César Martucci que sí se veían en el oeste ddl Gran Buenos Aires. Sí se nota una bandera azul y oro en uno de los balcones de un edificio de departamentos. Los colores son cada vez más frecuentes. Zolezzi, Pinzón, Brandsen, Del Valle Iberlucea, combis blancas con turistas, complejo Pedro Pompilio, "Esto es Boca", el goleador Darío Benedetto que ilustra el mural de la agrupación Resurgimiento Boquense, la parrilla del Colo...
La Bombonera y sus cercanías, azul amarillo y azul que se aprecian desde varias cuadras y décadas.
Las veredas con escalones, desniveladas como el empedrado de algunas calles, el cuartel de Bomberos de La Boca, la avenida Patricios y la vuelta al centro.
Se escribe en segundos, ja. Demora bastante incluso llegar a la terminal de trenes de Constitución, cuyas arcadas ilustran un estilo y son vecinas del hospital Pedro Elizalde.
Barracas, Constitución, las dos torres de la iglesia, la autopista. Adoquines de San Telmo a la distancia, ya no bajo las zapatillas. Dos iglesias, una avenida y la próxima que debe ser Belgrano. Ilusión vana, falta otra.
Zona de obras sociales, veredas y calles angostas. Semáforo en rojo, dos cuadras más de trote y avenida Belgrano.
El café con leche y la medialuna en Rivadavia al 11.300 con vista a palmeras en la estación Liniers pertenecen a la memoria de la mañana. En presente, mediodía a 11 kilómetros.

Chaparrones, agua que se junta entre la calle y la vereda, pausa y vuelta a empezar. Aleros amigos ayudan a evitar la mojadura y a contemplar, por ejemplo, la cúpula del Barolo entre techos varios, la herrería artística en algunos balcones y la aparición de vendedores de paraguas a metros del obelisco.