"Para las evaluaciones trimestrales me levantaba muy temprano", recuerda Susana Carbonari. "Mi mamá se levantaba también y nos preparaba un bifé con un huevo poché. Seguíamos estudiando y cerca de las 7, antes de ir al colegio, nos hacía un café con leche".
"En casa, nunca, nunca nos pegaron", añade esta alumna del Programa Educativo de Adultos Mayores. Atesora el cariño hogareño como fuente de solución de problemas, muy lejos de la escuela en la que el puntero sobre los dedos era un castigo normalizado.
"Nunca tendría que haber existido el miedo en educación", asegura y valora que si bien después de la escuela de castigos físicos hubo "etapas oscuras", no lo han sido "tanto como aquellas".
Respecto de la frase "la letra con sangre entra", su opinión es cristalina: "Está mal. No se puede pegarle ni decirle cosas malas a una criatura que se está formando. Tanto los padres como las maestras deben educar bien y, si los chicos tienen problemas, tratar de resolverlos hablándoles".
Hablando desde el afecto, como lo hace su propia madre a los noventa y tantos: "Hasta el día de hoy nos pregunta "¿cómo están ustedes? Cuídense".