De nuevo
El día se presentaba mejor que otros. La lluvia y el viento habían cedido lugar al cielo apenas nublado y a una brisa que hacía flamear las banderas como a él le gustaba.
El problema era el examen: rendir por cuarta vez una materia es ir al paredón del escepticismo. A falta de balas, dudas; a falta de soldados con fusil, pasados con desaprobaciones; a falta de muerte, impotencia.
Dos horas después, las banderas se enrollaban en el mástil y la sensación térmica era 14 grados más baja. Lo esperaba un resfrío y el alivio de saber que ya no rendiría esa materia.
Ni idea
“No sé qué le puedo decir”. “Yo tampoco”. “¿Tenés idea de cómo es?”. “No”.
Julieta pensaba que era mejor omitir datos. Consideraba que el miedo no es buena guía para una entrevista laboral.
Todo igual
Cada vez que fue le respondieron igual. Cada vez que fue encontró caras distintas con gestos calcados. Cada vez que fue le dijeron que “a lo mejor, dentro de un tiempo...”, frase cuyo final no escuchaba pues él mismo la terminaba pensando “ustedes estén todos muertos”.
Cada vez que fue le comunicaron que el problema era de casa central.
Cada vez que fue sintió que la televisión por cable es linda toda vez que no haya que hacer reclamos.
Pesimismo
“Cuando quieras nos vemos”. “Cuando” es tan preciso como “algún día”. La experiencia le había enseñado que imprecisiones así marcan claramente que jamás se producirá el encuentro.
No necesariamente
“El otro día la vi a tu tía”, le dijo Ana a Lucrecia.
La respuesta le hizo suponer que se llevaban mal.
“El que está muy bien es Adrián”, cambió de tema.
La respuesta la llevó a pensar que ya no había noviazgo.
“Te queda lindo el pelo suelto”, opinó sonriendo.
La respuesta le hizo creer que ese no era el corte deseado.
Cuadras después se separaron. Lucrecia no le contó que la habían despedido del trabajo.