Paraíso
Cada tanto se sueña con el paraíso. Antes de la idea del paraíso como lugar adonde ir a parar después del velorio, vale la pena recorrerlo como un lugar del planeta donde pasar ratos que lleven a sentir que la dicha existe y es mayúscula.
Aquí, la versión de Carmen Rodríguez y Viviana D.F., respectivamente, estudiantes de Comunicación Radiofónica del Programa Educativo de Adultos Mayores de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Su habilidad para la descripción recrea la perspectiva de una autora, para quien esta tarea consiste en pintar con palabras.
“Queridos oyentes: Transmito desde Cayo Largo, una pequeña isla de 3 mil habitantes temporarios. Me acompañan el paisaje y el mar celeste caribeño, un oleaje más bien fuerte en algunos puntos y agua serena al otro lado.
Junto a turistas con muy buena onda vemos veleros ir mar adentro cada 15 minutos.
Hay una barra con riquísimos tragos cubanos; ¡hmmm, qué buenos!
Un señor llamado Isaac prepara souvenires con esa hermosa arena blanca, finita y blanca como la sal. Además, arena fría. ¡Qué placer!
Gente muy tranquila sin preocupación alguna, música en vivo a la orilla del mar y velas al atardecer. Al salir de allí, noche de recreación en el teatrino al aire libre y bares a los costados; abiertos unos, cerrados con aire acondicionado otros.
Lo que dejó este lugar es soñado. Gracias por escucharnos”.
“Estamos vos y yo, solos en una isla donde solo está el paisaje, las olas, los pájaros y vegetación por doquier, sintiendo que nos ensordece el silencio, nos acaricia la brisa del mar, nos envuelve el perfume de las flores silvestres.
Vemos la entrada del sol recostados en un colchón de arenas blancas y apenas tibias, en esa puesta majestuosa con un sol rojo semejante al cráter de un volcán y que abarca completamente el horizonte.
Siento que si llegara el fin del mundo no lo notaríamos porque allí encontramos todo lo que necesitamos, el amor a la naturaleza y entre nosotros dos para enfrentar; aun sabiendo que de por vida tendríamos de vecinos solamente El Paraíso”.
Virtudes
Hay tareas simples. Según los estereotipos, encontrarle defectos a la suegra.
Hay tareas complicadas. No porque se trate de buscar agujas en un pajar, sino porque el control social informal dictamine que es agrandado o vanidoso quien habla bien de sí mismo.
El riesgo de no reparar en las propias virtudes es mandar la autoestima por el tobogán. Estás invitado a hacer tu lista, como Carmen Rodríguez y Viviana D. F., respectivamente.
Dar
“Muchos de mis momentos son de transmitir lo mejor de mí sin pensar en recibir. Veo que cada día que transcurre se van dando las cosas y a veces me pregunto por qué y cómo. Claro, soy así, me gusta compartir, hacer sentir afecto y compañerismo a la persona que está conmigo.
Siempre me gustó ayudar al prójimo y en estos días hice una obra de caridad y me sentí como si llegara al cielo.
Amo mucho a mi familia y a mis padres. Agradezco a la gente que me rodea, que es espectacular y sin obstáculos.
Me encanta reírme y pasarla bien. Y si veo a la otra persona decaída, me gusta hacerle ver que la vida es linda y vale vivirla.
Me encanta la buena educación de la gente, la sinceridad. Lo que no soporto es la mala onda y las agresiones, en esos casos trato de alejarme”.
Lo virtuoso o virtual
“Cuando hablamos de virtudes, diría que es una disposición de obrar bien y evitar el mal.
Teologalmente, fe, esperanza y caridad. Cuánto de todo esto llevamos grabado en nuestras vidas cotidianas.
Tener integridad de ánimo y bondad de vida; ayudar a tus semejantes.
Ver una virtud en los demás es más fácil que en uno mismo.
Ser virtuoso es donar vida: llámese a la madre a punto de parir.
En el contexto del común de la gente, sería dominar un arte, pintar, dibujar, cantar, dirigir... Saber enseñar a tus semejantes lo que aprendés durante años de estudio, como los maestros, profesores, instructores.
En el matrimonio, aceptar al otro tal cual es.
En un grupo de estudio, saber sacar de la nada todo.
En un no vidente, hacerle sentir un paisaje.
En un enfermo, decirle que ya todo va a pasar y va a poder con el dolor.
Y en cuanto a la fe, como decirles a los demás lo que no se ve ni se toca, se siente.
Virtudes cardinales: Norte, Sur, Este, Oeste.
Prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Si hiciéramos de nuestras vidas una buena ensalada con todos estos condimentos, nos sería más fácil encontrar el porqué vivimos en un mundo tan desvirtuado. ¿Será porque no vemos nuestras propias virtudes?”.