4/8/11

Entendé, Ramírez

Adrián Ramírez no dio dos mangos por la expresión “Nadie se baña dos veces en el mismo río” hasta que repasó lo distinto que era unos días de otros. De bien que iba en piloto automático empezaba a cuestionarse lo que otros consideraban ventajas. “Siento que podría hacer más”, se decía por el tiempo que le sobraba. “No desprecies los regalos”, lo aconsejaba su amigo Omar Velázquez, empleado público durante 40 años.
“También es cierto que no resulta fácil en absoluto conseguir otro trabajo que pague así y dé tantas posibilidades horarias”, reconsideraba.
“Si hubiera que sentir culpa por las ganancias, Messi no podría ser feliz”, recordaba de Valentín Mas. “La impronta para los empleados la marca el jefe, qué culpa ni culpa, vos tranquilo”, le había planteado Joaquín Castro.
“Hay algo cierto –cierto era de sus palabras recurrentes, casi tanto como sus dudas- y es que al tiempo no lo desaprovecho; en todo caso lo uso por fuera de lo que acá me piden”.
Un día le llegó una felicitación por un trabajo que ni siquiera le había insumido esfuerzo. Agradeció y comprendió la regla del lugar: bastaba con ayudar a que la gente figurase. Nadie reclamaba allí excelencia ni plenitud en el desempeño laboral.


Entendé, Ramírez II
Años atrás, Adrián Ramírez estuvo tan enamorado de una mujer que se levantaba animado cada día y los problemas en la oficina le pesaban menos.
Ella tenía raptos de mal genio. Su inmensa generosidad para entenderle ridiculeces equivalía a su intolerancia a sugerencias para ayudarla. Su admiración ante sorpresas bien logradas era directamente proporcional a su rechazo a esfuerzos que no cuajaban.
Cada tanto, Ramírez se topaba con resultados ajenos flojos y le daba la razón. Después pensaba que exagerar la nota con el perfeccionismo era malo para con otros y consigo mismo. Evocaba compañeros de fútbol que no le perdonaban una y sus épocas de hincha que desde la tribuna insultaba a los jugadores desestimando su empeño.
Encontraba varias razones para sustentar su enojo. Hay errores y horrores, esfuerzos y esfuerzos simulados, distracciones y negligencias.
Perdía los argumentos al revisar su producción y al reparar, una entre tantas paradojas, que en ese contexto y gracias a ese contexto había construido amistades.
Comprendía a su exnovia, cuya vida había sido rodeada por exigencia alta y poca gratitud. Sonreía al acordarse del tramo de una letra de Iván Noble: “Cada cual carga sus cruces como puede”.

Entendé, Ramírez III
-¿Sabés qué pasa, muchacho? El riesgo del perfeccionismo es la intolerancia. No te digo que te vayas a poner racista o xenófobo por preocuparte en escribir sin faltas de ortografía. A lo que voy es a que si te dedicás tanto a captar errores te vas a quedar sin energía para apreciar los aciertos.
-No es así. Te puedo asegurar que me doy cuenta de las virtudes, las agradezco y no me canso de felicitar las buenas obras.
-Puede ser, pero no podés negar que si te casás con los aciertos, te separás de la gente.
-No. Marco los errores y punto. Si marco las malas y también las buenas soy justo.
-Tal cual, justo. Que no es lo mismo que piadoso.

Entendé, Ramírez IV
-Relajate, pibe. Vivís en un lugar. Por supuesto que podrías vivir en otro y no me chicanees, ya sé que me vas a decir que con la excusa del contexto en algunos lugares hay leyes espantosas y un machismo intolerable y pena de muerte. Pero una cosa es todo eso y otra muy distinta es relajarse y hacer lo que te piden, no todo lo que podrías. Si te ponés a pensar en todo lo que podrías hacer vas a llegar siempre a la conclusión de que podés más. Una forma de resolver esto la trataron de encontrar muchos que empezaron a dormir menos y se enfermaron. O trabajaron mucho más que los otros y se enfermaron. Y no te pongas denso, acordate lo que te dijo el médico. El tipo estudió, habla desde lo que sabe, dale crédito.
-Sí, buenos argumentos…
-¿Qué vas a decir ahora? Que una cosa es ser mediocre y otra es ser mártir. Es cierto, tanto como que entre mártir y mediocre hay unas cuantas categorías. O si querés, hay distintos grados de medianía. Si contás las horas que trabaja cada uno de los que está acá, vas a encontrar que nadie se vuelve loco trabajando y que todos los jefes lo saben. No ha de ser algo terrible si las distintas autoridades que pasan lo saben y ninguno hace un cambio.
-Así no hay progreso.
-Fenómeno. ¿Y vos aceptarías trabajar a lo bestia en un entorno que no lo aprecia y en una tarea que parece poco útil? ¿O en una actividad útil pero que ya no te gusta? A ver, si la respuesta es No, bienvenido al grupo de los que entendemos el sistema. Te recuerdo que nuestro común amigo Omar Velázquez dijo que él había empezado a ser feliz acá cuando entendió cómo era el sistema.
Además, a vos que te gusta la ropa, una cosa es dejar arrugada la remera que usás para dormir y otra es dejar hecha un bollo la camisa de vestir.