Sí a la cosecha record de felicidad
Por Elena Faricelli, estudiante del Programa Educativo de Adultos Mayores, Universidad Nacional de Río Cuarto.
En la era del delivery, de lo instantáneo, del llame ya, de la inmediatez, de la impaciencia, es imposible prefabricar la alegría, lograrla a voluntad. Muchos se plantean la felicidad en función de adquirir bienes materiales para vivir mejor, sin embargo no siempre la obtienen. Es algo interno del hombre.
El monje benedictino alemán Anselm Grun, un incansable explorador del alma humana, lo dice de una manera sencilla en su libro “La Verdadera Felicidad:
“No es posible decretar la alegría. Ella es la expresión de una vida plena. No puedo ansiar la alegría por sí misma, pero sí puedo intentar vivir mi vida con todos los sentidos. Entonces tomare contacto con la alegría que hace tiempo se encuentra en mí”.
Suele ocurrir con la alegría lo mismo que con la felicidad o con el sentido. Se los busca afuera, se los pretende ya hechos.
Grun considera que el despertar de la alegría, una facultad que está en nosotros, es siempre la consecuencia de un modo de vivir. Nadie es alegre. No lo seremos porque tengamos una sonrisa , porque al levantarnos juremos que hoy le pondremos al mal tiempo buena cara o porque nos definamos como alegres. No se trata de vivir para estar alegre, sino de sentirnos alegres por la vida que vamos eligiendo. La alegría no la encontraremos en el placer y la diversión, pues ambos son instantáneos. En cambio la alegría sobreviene a lo vivido, a lo experimentado, a lo padecido. Es un perfume que emana de nuestro vivir.
Ya lo decía Epicuro 270 años antes de Cristo que la alegría es fruto del alma en movimiento. Una vez más aludía a algo que nace en la vida interior, no en el bullicio externo. Ella brota silenciosa, perdurable y fértil cuando nace de actos que dan sentido a nuestra vida.
Medida
Tal es la preocupación por la felicidad que en 1972 el rey de Butan, Jigme Wangchuck, budista, propuso el termino Felicidad Nacional Bruta o Felicidad Interior Bruta: Es un medidor que define la calidad de vida en términos mas holísticos y psicológicos que el Producto Bruto Interno. Esto lo hizo como respuesta a las críticas de la constante pobreza económica de su país. Mientras que los modelos económicos convencionales observan el crecimiento económico como objetivo principal, el concepto de Felicidad Nacional Bruta se basa en que el verdadero desarrollo de la sociedad humana se encuentra en el refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual.
Los cuatro pilares de la Felicidad Nacional Bruta son según el rey de Butan son:
1) El desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario.
2) La promoción de valores culturales.
3) La conservación del medio ambiente.
4) El establecimiento de un buen gobierno.
La diferencia es que
el crecimiento del Producto Bruto Interno no siempre se traduce en mayor bienestar para las personas.
Es interesante el medidor, ya que los Estados Unidos en su constitución, fija como condición del ciudadano, ser feliz. ¿Será por eso que buena parte de ellos al saludarse siempre sonríen? Otro dato interesante es que disponen y es de venta libre la llamada droga de la felicidad: la fluoxetina. No así el resto de los medicamentos.
Amartya Sen es filósofo economista ganador del Premio Nobel en 1998. Resaltó que la economía es un campo demasiado estrecho, para entender el complejo acontecer humano, individual o colectivo, y mucho menos para planear acciones que conduzcan a la sociedad hacia la meta última que es la felicidad o, al menos a su nivel previo, que es el bienestar.
Para ello, entiende, se requiere
la visión holística, que
es la única que puede darnos la llave del verdadero progreso. Ni el producto nacional, ni los niveles educativos, de salud, o las diversas variantes de seguridad, sirven para comprender lo que es verdadero desarrollo. En cambio, los Indices de felicidad lo intentan.
Para hacerlo, todas las especialidades tienen que ser aplicadas dentro de un todo multidisciplinario. Las instituciones tratan a veces de hacerlo armonizando acciones que requieren, nos dice Amartya Sen, de otro elemento que les infunda vida y que es el comportamiento.
Actuar dentro o fuera de las instituciones tendrá sentido siempre que el comportamiento responda no a clichés sino a la intención de atender las necesidades y aspiraciones de los individuos que componen el país. Aquí aparece la problemática de la equidad y la justicia social. Conseguir que el desarrollo, cualquiera sea el nivel de riqueza material obtenido, sea equitativo y justo para las mayorías, haciéndose con respeto a la libertad, que es su condición imprescindible.
Amartya Sen sigue planteando:
La libertad es el elemento que desata el potencial creativo siempre presente en el ser humano. Este concepto coincide con el que propone el jesuita Teilhard de Chardin, quien lo describe como
explicación y motor primordial de cuanto hay en el universo, dice además que el impulso incontenible hacia la libertad está en toda criatura, y adquiere en el ser humano el carácter de independencia.
Solo en la libertad tiene el individuo capacidad para desarrollarse y vencer las cadenas de pobreza y de ignorancia, siendo el Estado el que tiene que facilitar esta superación.
Lo necesario es que la acción pública tenga relación directa y operativa con la comunidad cuya felicidad es la finalidad del poder.
La atención a la persona es el último criterio.
Impresiona oír al doctor Sen, que asevera no ser religioso, citar la parábola del buen samaritano como ejemplo de responsabilidad social.
Los econometras maniáticos de los índices y estadísticas cada vez que se proponen medir la felicidad promedio de una sociedad suelen encontrarse con que la relación entre los apabullantes números de la economía y la armonía emocional y espiritual suele ser inversa (ha ocurrido en Estados Unidos, en los países escandinavos y en Gran Bretaña, entre otros)
No se trata de proponer un coctel de felicidad y pobreza. Sería hipócrita. Pero
la calidad de vida tendría que ser rastreada en dos niveles: el individual y el colectivo. Cuando una sociedad integra de modo equilibrado estos niveles, sus miembros podrán decir, y sentir, que viven una calidad de vida. Y no necesitaran buscarla en otro lugar. Esto lo dice Sergio Sinay.
Una terapeuta humanista, Elisabeth Lukas, recuerda en su
libro En la Tristeza pervive el Amor una metáfora según la cual, al llegar a la vida, recibimos una cesta para recoger con absoluta libertad todo lo que haya en el suelo y en los árboles. Hay quienes tienen una fragante y nutricia recolección. Se trata de cosechar, de alimentarse de la cosecha y de repartir de modo que haya espacio para seguir recogiendo “Pero al final la verdadera cosecha no se halla en el cesto, dice Lukas, sino en los graneros de la eternidad, con el esfuerzo de la recolección y la bondad del reparto”.
Nadie sabe cuánto durará el tiempo de su cosecha. Algunos periodos son breves, pero alcanzan para dejar bien provistos los graneros de la eternidad. Mientras tanto, encontrar, sostener y celebrar, a través del amor y otros valores, el sentido de la propia vida acaso el mejor modo de honrar a esa vida,.