20/9/11

Piedras
Docencia, dudas, dolores

Julieta volvió a casa con ganas de renunciar. Se preguntaba qué hacía aparte cobrar el sueldo como docente. Sentía que su mensaje en materia de actitudes no llegaba y sabía que estaba errada en cuestiones técnicas. Empezó a escribir una lista de las últimas tareas y algo se tranquilizó; eran más sus buenas que las malas, claro que ese día ella las percibía como las buenas y sus malas. Pronto encontró pensamientos para dejar ese puesto: “Es saludable cambiar”, “no sería la primera profe que se cansa acá”. Les sumó voces ajenas: “Olvidate de conseguir resultados” y “la experiencia puede ser frustrante si aspirás a que la gente progrese”.
Después, Julieta recordó que colegas de más experiencia tampoco lograban grandes cambios de actitud. La renuncia le quedó más lejos todavía al ponerse en el lugar de su terapeuta: “Pobre Luisa, si dejara el consultorio ante cada retroceso mío…”.
Le causó fastidio darse cuenta de que la maduración es una medicina amarga. Hubiera querido que las palabras que le oyó a la psicopedagoga Liliana González, “la escuela no es omnipotente”, fueran más sencillas de asimilar.


Piedras II
-¿Qué tendría que hacer un profesor de Cálculo I cuando ve que 300 de 380 desaprueban un examen? ¿Qué tendría que hacer un contador si los colegas a los que les dio clases trabajan mal? No es justo evaluar a un docente por unos alumnos ni por todos. Si lo juzgás por los vagos, el tipo queda horrible sin serlo. Si lo juzgás por los brillantes, queda fenómeno y capaz que apenas sea discretito. Si lo juzgás por todos, parecerá del montón pese a que a lo mejor no lo sea. A mí me puede hablar un premio Nobel que a mí la Química no me va a gustar. Y el mejor mecánico me puede enseñar a cambiar las gomas que no voy a aprender.
-Está bien, Adrián, pero esto porque no te gustan la química ni los autos. Pero si un profe no consigue que lo entienda un alumno al que le interesa su materia, tal vez tendría que revisar la forma en que explica.
-¿Y si en ese mismo curso hay gente que le entiende?
Julieta se quedó rumiando una idea que odiaba: que a algunos estudiantes hay que exigirles menos.
-No me cierra que a algunos hay que enseñarles a contar con los dedos y a otros les propongas multiplicar mentalmente números de dos cifras.
-Aunque no te cierre, es lo que hay en algunas aulas.
Adrián Ramírez sufría por no animarse a invitar a su amiga al cine. La miraba enojarse, cambiar la yerba, juntar una a una las cinco migajas de galletitas del mantel y confirmaba que le gustaba cualesquiera fuesen sus gestos.
-¿Vos te acordás lo que decía la profe de Recursos? Una cosa es armar grupos y otra es conformar equipos de trabajo. Los nombres cantan, Julieta. En los equipos distribuís tareas, asignás roles según la habilidad de cada integrante. En el aula armá todos los grupos que quieras, pero a la hora de salir a escena más vale que tengas un equipo porque ahí los errores te los ve y te los critica medio mundo.


Piedras III
La bombilla estaba tapada. Adrián Ramírez no hizo mención al tema; sabía que en días malos a Julieta la irritaban las obviedades. El silencio se cortó con una de las obsesiones de ella:
-Yo sé que un piso de calidad hay que respetar, sin embargo tengo miedo de que la gente se sienta mal si a través de la asignación de tareas les hago ver que sirven para poco.
-Ahí está tu habilidad para comunicar y para que nadie se sienta poco.
-Jaja –pronunció Julieta y él descubrió un gesto de ella que no le gustaba-. Si voy a un casting para primera actriz y me mandan a barrer el escenario, no hay discurso que me convenza de que sirvo para actuar.
-No hay porqué pensarlo así. Bien puede ser que las demás aspirantes sean excelentes y muy buenas para que vos, buena y todo, te quedes sin lugar. Además, ya sé que no es lo soñado barrer el escenario, es como ser aguatero en fútbol, pero un líder tiene que convencer a cada uno de que su tarea sirve y que sin su tarea no hay obra posible. Además, corrés con ventaja: en el grupo tuyo nadie cobra, o sea que la envidia tiene menos campo de acción.