Antes de acusar
"¿Querés que te lo regalemos? Todo tuyo, querido. Todo tuyo".
La expresión corresponde al médico encarnado por Manuel Callau en la película "Darse Cuenta".
El destinatario es su colega interpretado por Luis Brandoni.
La referencia es a Juan (Darío Grandinetti) o a lo que de él queda luego de ser atropellado por una camioneta.
Suena terrible lo dicho por el primero de los doctores. Es sacarse de encima una responsabilidad llamada vida humana. Es dar por muerto a quien no lo está. Por supuesto que peor sería que al paciente lo atendieran con desgano; toda vez que haya más de un facultativo en el mundo, resultará preferible ser derivado que ser mal tratado.
La película deja a salvo unas cuantas almas. "Ay, qué cruel!", "mirá qué feo lo que hacen", "yo te dije, los médicos son comerciantes con diploma, si el negocio no les pinta lo rechazan", son frases que se agolpan en quienes captan fácil las miserias ajenas.
Una de las sentencias que resume la actitud del que se desliga del moribundo es: "Yo no me hago cargo, que se arregle la sociedad". Está cerquita de una que sabemos todos: "Yo, argentino", eufemismo de "me borro y sin culpa".
Hecha la primera daniñada, consistente en aproximar al doctor Indiferencia a actitudes que a menudo reivindicamos, vaya la segunda a pocas horas del Día del Maestro: quienes aprueban a estudiantes que no saben siquiera el mínimo (profesores de Lengua a los que les da igual habuela que abuela, haller que ayer y una carilla sin signos de puntuación que otra que al menos los incluya al tanteo) entrañan algo equivalente a: "¿Querés que te lo regalemos? Todo tuyo, querido. Todo tuyo".
Tal vez sea una zoncera esperar nobleza del doctor Indiferencia y del empleado que cobra sueldo como si fuera docente. Si la hubiera, ambos tendrían que callarse ante "los políticos a los que no les importa nada". Es una muestra de decencia -y de viveza- guardarse el dedo acusador frente a faltas idénticas a las propias.