2/1/12

Ni qué decir
Cada periodista sabe que hay zonas vedadas. Ya sea por aquello de no morder la mano que da de comer o porque nadie -por sí mismo o mediante otros- está obligado a declarar en su contra, las miserias de los medios quedan generalmente a buen resguardo cuando los que hablan son sus empleados.
Culturalmente estamos educados para que el canal, la radio o el periódico del Estado sean asumidos como del gobierno de turno, por lo cual nadie los consumirá en busca de serias faltas de los dirigentes políticos de turno. A tal punto es así que causaría sorpresa, rechazo también un título tipo "El corrupto de nuestro presidente hizo otra de las suyas" en la pantalla de la televisión oficial.
Si el auspiciante es dueño de casinos, cuidadito con armar un informe sobre la ludopatía o adicción a los juegos. Sería como si un estadio tuviese en la fachada el auspicio de una gaseosa y dejase que los vendedores ambulantes alertaran sobre los problemas digestivos que puede acarrear.
Quienes ejercen el periodismo con estas poderosas limitaciones son a menudo rotulados de propagandistas. Lo bueno del asunto es que la mayoría de aquellos que suelen catalogarlos con tal dureza no pasan un conteo de costillas. Más sensato es plantear que los periodistas son personas que miran todo... lo que les permiten ver sus empleadores.

Desastre
Aun cuando no se dediquen a hurgar en la vida de sus patrones, los periodistas afrontan peligros. Como algunas personas carecen del poder necesario para delinquir a la vista de todos, arremeten contra quienes los muestran. El 29 de diciembre de 2011, Horacio Isgró y su hijo Antonio "golpearon, amenazaron de muerte, se apropiaron de una cámara y retuvieron durante casi 10 minutos a Julián Chabert y Raúl Zalazar cuando investigaban una denuncia por trabajo esclavo", según lo expresa el mendocino diario Uno. Los Isgró querían seguir tapando las condiciones de vida de personas merced a cuya fuerza laboral llevaban adelante una explotación olivícola: seis adultos y nueve menores habitaban una casa con una sola puerta y una ventana, sin agua ni baño, conforme la infografía del periódico.
 Como agente de socialización, el periodismo convida a saber que esto sigue pasando más allá de la asamblea de 1813 que abolió la esclavitud en estas tierras. Al hacerlo, contribuye a moldear la cultura desde el conocimiento (limitado, claro que sí). Después, es decisión de cada persona pensar que la extrema necesidad suele destruir derechos o sostener, como "pupina74" en los comentarios de la noticia el 2 de enero, que "nadie obliga a nadie a trabajar en ningún lugar".