Billetera cultural
No solo la
necesidad tiene cara de hereje. También la comodidad, el amarretismo, por no
hablar de la oportunidad. Una película no está un día, dos, tres en el
videoclub. La copia pirata luce disponible en la vereda al mismo precio, sin la
obligación de devolverla so pena de pagar multa por demora. Como decía la
publicidad de gaseosa, la elección es clara. ¿Para quién?
Las culturas
difieren. No será en Estados Unidos donde estén a la vista los vendedores de
dvds apócrifos, por los cuales no reciben ni un dólar los realizadores de la
película. Pero sí se ha naturalizado en nuestro país, en tal medida que los
puestos de venta son vecinos de comisarías.
De modo equivalente,
mientras en una nación solo se estudia mediante libros, en otras se cursan
carreras enteramente con fotocopias, a veces incluida la página que advierte
de las consecuencias legales de tal reproducción.
Aquello que
constituye desviación o, más serio aun, delito en un país constituye mero uso y
costumbre en otro.
Por cierto, la
economía es un factor decisivo. Si alquilar un video costara la mitad que
comprarlo, más de uno esperaría para contar con la copia legítima. A la
inversa, nadie fotocopia un diario.