Fea escuela
En el nombre del amor se mata, aunque duela creerlo. También se maleduca, si bien esto es mucho más simple de asumir pues se hace en unas cuantas escuelas. Un adolescente desconoce cuánto es 9 por 8, entonces se le permite aprobar Matemática preguntándole 2 x 2. Se le otorga un certificado de apto, luego de tratarlo como inepto. La sobreprotección rige tras el eufemismo de la diversidad. Años después, ese egresado no sabe cómo responderle a la vida, que tarde o temprano atropella.
Para ese entonces, inspectores y otras autoridades escolares siguen empeñados en consolidar la inmadurez de los alumnos. Continúan enseñándoles desde su acción cotidiana que las dificultades se deben evitar y que es de zonzos trabajar para solucionarlas, al revés de lo que una estupenda estudiante de 15 años dijo en 2013, fruto de su tenacidad analítica, no del facilismo.
O sea: transcurrir suponiendo que la vida solo es una sucesión de comodidades es perjudicial para la salud. Inculcarlo desde un colegio es mala praxis.
Decir esto tiene tanto poder como arrojar una botella al mar. Sin embargo, peor es tirarla a la basura. De allí que tenga sentido recordar un episodio de la serie Vulnerables en el que Gonzalo Piernamolina, confundido y enojado con el mundo porque se acabó el dinero familiar, escucha a Guillermo Segura, su terapeuta, decirle estas frases: "Vos creciste en un mundo que te lo construyeron para que lo gozaras, pero ese mundo se desmoronó y te vas a tener que enfrentar con tu propio mundo". "En ese mundo real, vos vas a tener que construir". "Si te deja tranquilo, yo te tengo confianza". La confianza que no tienen en los alumnos los directivos que viven allanándoles caminos, como si la vida fuera una perfecta autopista, como si el dinero fuera el agua de las cataratas y los obstáculos, una fantasía.