21/10/14

Libertad... democracia... ciudadanía
Por Elena Moscone de Faricelli, del Programa Educativo de Adultos Mayores


El próximo 30 de octubre habremos pasado 31 años de continuidad democrática.
Si con la democracia, el poder está en nosotros, en el conjunto de la sociedad, revisemos qué hacemos cada día por consolidar esta maravillosa libertad de ser quienes queremos ser. Eso sí que es hacernos cargo, con todo lo que eso implica.
Claro está que el desafío mayor será armonizar las diferencias de criterio y de sentir. Eso es la democracia: enaltecer la convivencia respetuosa y responsable, más allá de las diferencias.
La vida democrática es una forma de organización social. A la polis griega se le adjudica el puntapié inicial de esta saludable forma de vivir en sociedad. Directa (en estado puro como en la Antigua Grecia), Semidirecta ( expresión mediante plebiscito, referéndum) Indirecta o representativa ( mediante administradores designados por el pueblo) Eso es la democracia, con las particularidades de cada tiempo y cada cultura.
Todos elegimos pero la mayoría decide. Así como las leyes nos ordenan y protegen, nuestros representantes legítimos deberán ocuparse del bienestar de quienes les confieren el poder.
La sociedad argentina es hoy infinitamente más contradictoria, compleja y plural de lo que fue en su pasado reciente. Sin embargo, los fenómenos políticos se siguen analizando con categorías antiguas. Años de autoritarismo han impregnado de tal manera el análisis político que se sigue mirando hacia el poder y no a ese contrapoder que surge de la vida en democracia: El ciudadano a pie que porta derechos y que cuando se indigna ocupa las plazas, ese tradicional lugar de los festejos o la protesta en nuestro país. ¿Libertad para qué? Se llegó a preguntar. El primer enemigo de la democracia es la simplificación que reduce lo plural a lo único y abre así el camino hacia la desmesura, nos dice el búlgaro Todorov en su libro “Los enemigos de la democracia”.
La democracia requiere una ciudadanía formada en valores y educada en disciplinas que permitan a sus hijos insertarse, por medio del esfuerzo personal y el trabajo digno, en una sociedad moderna y abierta. Ser ciudadano es sentirse citado, convocado a un bien, a una finalidad con sentido.
Un relato de la antigua Roma, dice que Pompeyo contemplando a las tropas que lo aclamaban y vestido con toga púrpura denotando su poder y autoridad como general y tribuno, pensó que aquella gente seguramente antes había saludado con igual respeto a todo el que hubiera exhibido esos atributos. Pompeyo dirigiéndose a su amigo y ayudante Licinio, le dijo con la mirada fija en la tropa: “Sabes Licinio, sólo la autoridad de ser dignos nos pertenece para siempre. El poder y la púrpura son prestados. Le pertenecen a Roma”
Con este relato, vemos que son las sociedades las que prestan el poder y la púrpura, las que hacen que quienes las representan, y sólo durante un tiempo trasciendan a sus personas privadas.
Los años electorales suelen ser sumamente turbulentos, pero que las sociedades están aturdidas por tanto revuelo, tanto delito, tanta lentitud en la justicia para resolver casos de dramática incidencia en la vida de los ciudadanos
Pese a todo, siempre será preferible la democracia y su posibilidad de intentar cambios con el voto popular.
La democracia exige transparencia, siendo por definición diálogo permanente.
Podemos plantearnos dos grandes desafíos, la reconstrucción de la República y el segundo lograr consensos para hacerlo.
Platón decía de la democracia “Es el peor de los buenos gobiernos, pero el mejor de los malos”.