Por Elena Moscone de Faricelli, del Programa Educativo de Adultos Mayores
El próximo 30 de octubre habremos pasado 31 años de continuidad democrática.
Si con la democracia, el poder está en nosotros, en el
conjunto de la sociedad, revisemos qué hacemos cada día por consolidar esta
maravillosa libertad de ser quienes queremos ser. Eso sí que es hacernos cargo,
con todo lo que eso implica.
Claro está que el desafío mayor será armonizar las
diferencias de criterio y de sentir. Eso es la democracia: enaltecer la
convivencia respetuosa y responsable, más allá de las diferencias.
La vida democrática es una forma de organización
social. A la polis griega se le adjudica el puntapié inicial de esta saludable
forma de vivir en sociedad. Directa (en estado puro como en la Antigua Grecia),
Semidirecta ( expresión mediante plebiscito, referéndum) Indirecta o
representativa ( mediante administradores designados por el pueblo) Eso es la
democracia, con las particularidades de cada tiempo y cada cultura.
Todos elegimos pero la mayoría decide. Así como las
leyes nos ordenan y protegen, nuestros representantes legítimos deberán
ocuparse del bienestar de quienes les confieren el poder.
La sociedad argentina es hoy infinitamente más contradictoria,
compleja y plural de lo que fue en su pasado reciente. Sin embargo, los
fenómenos políticos se siguen analizando con categorías antiguas. Años de
autoritarismo han impregnado de tal manera el análisis político que se sigue
mirando hacia el poder y no a ese contrapoder que surge de la vida en
democracia: El ciudadano a pie que porta derechos y que cuando se indigna ocupa
las plazas, ese tradicional lugar de los festejos o la protesta en nuestro
país. ¿Libertad para qué? Se llegó a preguntar. El primer enemigo de la
democracia es la simplificación que reduce lo plural a lo único y abre así el
camino hacia la desmesura, nos dice el búlgaro Todorov en su libro “Los
enemigos de la democracia”.
La democracia requiere una ciudadanía formada en
valores y educada en disciplinas que permitan a sus hijos insertarse, por medio
del esfuerzo personal y el trabajo digno, en una sociedad moderna y abierta.
Ser ciudadano es sentirse citado, convocado a un bien, a una finalidad con
sentido.
Un relato de la antigua Roma, dice que Pompeyo
contemplando a las tropas que lo aclamaban y vestido con toga púrpura denotando
su poder y autoridad como general y tribuno, pensó que aquella gente
seguramente antes había saludado con igual respeto a todo el que hubiera
exhibido esos atributos. Pompeyo dirigiéndose a su amigo y ayudante Licinio, le
dijo con la mirada fija en la tropa: “Sabes Licinio, sólo la autoridad de ser
dignos nos pertenece para siempre. El poder y la púrpura son prestados. Le
pertenecen a Roma”
Con este relato, vemos que son las sociedades las que
prestan el poder y la púrpura, las que hacen que quienes las representan, y
sólo durante un tiempo trasciendan a sus personas privadas.
Los años electorales suelen ser sumamente turbulentos,
pero que las sociedades están aturdidas por tanto revuelo, tanto delito, tanta
lentitud en la justicia para resolver casos de dramática incidencia en la vida
de los ciudadanos
Pese a todo, siempre será preferible la democracia y
su posibilidad de intentar cambios con el voto popular.
La democracia exige transparencia, siendo por
definición diálogo permanente.
Podemos plantearnos dos grandes desafíos, la
reconstrucción de la República y el segundo lograr consensos para hacerlo.
Platón decía de la democracia “Es el peor de los
buenos gobiernos, pero el mejor de los malos”.