Todo vale noticioso
Fernando Pacini honra el periodismo. En la última edición de Súper Mitre Deportivo, llamó la atención sobre un asunto a la larga más importante que cualquier resultado de fútbol: los medios y los fines, en este caso relacionados a la caza de noticias y a su divulgación.
Con su voz jamás altisonante, Pacini cuestionó la difusión que la mayoría de los medios de comunicación hizo de conversaciones privadas.
Nobleza obliga, el que suscribe consumió los audios de voces idénticas a las de Diego Simeone y Ricardo Giusti explicando por qué a la selección argentina le cuesta jugar sin sobresaltos y contando qué habas se cuecen en la concentración.
¿Es legítimo que el periodismo explote un diálogo que no lo tenía como destinatario? Algunas respuestas, con cálida bienvenida a las que quieras sumar:
a) Si un reportero está en un cóctel y escucha, porque no puede evitarlo, una charla a pasos de él, ¿cuál es su culpa? Los dos que hablan lo hacen en un contexto donde tendrían que asumir la chance de que los escuche alguien que le pondrá alas a sus expresiones.
b) No es el caso de un mensaje vía whatsapp, correo electrónico o similar de Juan a Pedro. En ese caso, quien se entromete para escucharlo se asemeja a quien abre una carta. Y eso está mal, tanto que es delito. O periodismo, según múltiples publicaciones en los últimos días.
c) ¿Qué pasa si el diálogo entre partes involucra a, por ejemplo, un intendente en plena maniobra fraudulenta? La pinchadura telefónica sigue siendo incorrecta, aunque podría tener una autorización legal; como en la cámara oculta, se consiente un mal para evitar uno mayor.
Algo de esto hay en las wikileaks, filtraciones de documentos estatales y empresariales -desde luego, sin autorización de sus protagonistas- llevadas a cabo para poner bajo escrutinio social aquello que se mantiene secreto, a menudo por causas non sanctas.
Huelga afirmar que ni la más dura goleada en contra de la selección, River o Boca amerita vulnerar la privacidad de una comunicación telefónica entre dos personas.
Sin embargo, eso ha pasado.
Alguien puede plantear: "Bueno, pero si el periodista no lo hizo y simplemente recibió y publicó el mensaje que alguien le hizo llegar, la responsabilidad es de alguien y no del periodista".
Error. Es como comprar un televisor robado.
Y pensar que varios de los que hicieron esto se enjuagan la boca criticando métodos como darles agua con calmantes a los rivales para ganar un partido.
Periodistas como mínimo necios, un mal peor que perder contra Croacia o Singapur.