16/6/22

 

Contra el maltrato a los mayores: revisar para cambiar

“Ahora que te jubilaste, cuidame los chicos”, “ya no necesito transporte escolar”, “estamos hablando de computación, limitate a escuchar”. Las frases, explícitas o implícitas, existen y dan la pauta del maltrato a los mayores.

La discriminación proscribe; “¿a tu edad?”, es una de sus preguntas características. A menudo, los hijos hacen con sus padres aquello que odiaban recibir. Ejemplo: a los 20, Carlos escuchaba “esa chica no te conviene” y se brotaba ni bien lo escuchaba a su papá. Ahora, Carlos tiene 50 y lo regaña porque el abuelo Antonio está saliendo con alguien de 30.

Nadie niega la existencia de los cazafortunas, pero de ahí a suponer que solo atacan a los mayores o que ellos son incapaces de advertirlos media una distancia grande.

Acaso la culpa meta la cola y lleve a más de uno a sobreproteger, no sea cuestión de sentirse abandónico con los padres: “De ahora en adelante, purecito”; “tomá un taxi, no manejes”, como si los siniestros de tránsito no fueran causados casi siempre por jóvenes; “la silla cercana al calefactor es para la abuela”, como si hubiera edad para ser friolento.

El abuso de poder es tan frecuente… La inercia social y el piloto automático individual lo posibilitan. Levante la mano quien alguna vez, en el campito, no fue corrido al grito de “vamos, vamos, que tenemos que jugar nosotros” y, años después, pronunció las mismas palabras. Estaba naturalizado que los adolescentes tenían más derechos que los niños y los jóvenes prevalecían sobre ambos.

O aquel que, en la puerta de un boliche en tiempos de “la casa se reserva el derecho de admisión”, vio cómo le impedían pasar mientras otros entraban.

Por eso, jornadas como la que en plaza Roca protagonizó el Programa Educativo de Adultos Mayores de la Universidad Nacional de Río Cuarto ayudan a concientizar acerca del maltrato contra esta franja etaria. Saber para cambiar, esa es la cuestión. Notar que ciertas conductas lesionan, que decisiones como “te manejo tu plata, así no te preocupás” no difieren demasiado de “a tu carrera universitaria te la elijo yo” sirven para tratar de vivir dejando vivir. Sin indiferencia, sin condescendencia.

A efectos de visibilizar estas y otras situaciones, desde el PEAM hubo intervenciones teatrales, radio abierta, diálogo con transeúntes y reparto de volantes.

1/4/22

Educación, clase social y calidad de vida

En 22 minutos, “Tres canciones para Benazir” narra las condiciones de vida de un joven que ilustra a muchos en Afganistán y tierras más cercanas.

Shaista está casado y quiere progresar, aun contra las condiciones que le ha impuesto su padre, quien lo sacó de la escuela ni bien terminó tercer grado. Sin demasiadas chances de empleo, se postula para el ejército, que le solicita el aval de su familia para tener a quién responsabilizar por si él fuese un infiltrado enemigo. Papá se niega, lo que lo expone a una alternativa que no le gusta: ganar dinero, tampoco fortuna, cultivando opio.

Es innecesario contar el final de esta película de Netflix que fue candidata al Oscar.

22/3/22

 

Vidas de papel: a la vista ¿de todos?
Algunos cargosean, otros son prepotentes, los hay respetuosos. Todos están en esquinas y saben limpiar parabrisas como casi ningún automovilista.
Otros jóvenes, adolescentes y niños se dedican a recolectar residuos para reciclarlos. Van y vienen en zootropos y en carros tirados por caballos. Sus voces casi no se oyen.
Están ahí. No son glamorosos, no son cómodos de ver; ¿a quién le cae bien mirar de frente un espejo social resquebrajado?
“Vidas de papel” es una película de Netflix centrada en estas personas, las que se las componen para vivir de la calle. Las muestra desde sus orígenes lastimados, en que la violencia familiar los expulsa de casa. Las expone en su solidaridad con la tribu propia y la rivalidad con otros grupos que buscan cartón y papel a diario. Las presenta con sus aspiraciones de progreso y de pegamento. Con sus vivencias en las realidades comunes a todos y en las paralelas.
“Cada cual carga sus cruces como puede, cada quien es cartonero de su suerte”, canta Iván Noble en la bellísima “No retiro lo dicho”.
La película turca también conjuga profundidad y arte.

7/3/22

 

Encuadre alternativo
Una mujer con un vasto conocimiento de marketing tolera que el joven que hereda la empresa publicitaria de su padre la postergue por una chica que cree que cualquier mensaje audiovisual de más de tres segundos es basura y da por anticuados criterios de hace cinco años. Soporta a su pareja, un pintor que jamás vende un cuadro ni es capaz de abrirle la puerta al técnico de Internet, servicio clave para el trabajo de ella. Aguanta que el trapito, quien le cobra por no romperle el auto, no le avise de eventuales multas si estaciona en lugares indebidos. Acepta que un vecino de edificio haga fiestas ruidosas durante la madrugada. Se banca que una amiga atienda el celular mil veces en diez minutos mientras ella le cuenta sus penurias. Admite que el psiquiatra la despache del consultorio con unas pastillas, no con un tratamiento.
Un día la paciencia se agota.
“Una mujer sin filtro” es, entre risas y gestos adustos, una obra acerca de lugares comunes de género –cuando ella se enoja los hombres que la rodean lo atribuyen a que “está en sus días”- sin ser propagandística. Ni todas las mujeres son angelicales ni todos los hombres, unos indeseables.
La película deja pensando en el poder de los liderazgos y las creencias, en especial cuando no son cuestionados. Ella repite un mantra, “soy amor, tengo amor, doy amor”, hasta que un día advierte que seguirlo irreflexivamente la reafirma como trapo de piso de todos.

4/3/22

Tormenta que dura décadas

Un hombre celebra sus segundas nupcias. La fiesta es en la casa de su primera esposa, que incluso hace palmas mientras la nueva pareja baila.
Los silencios suyos y de "Tormenta de arena" en general ilustran la vida de la mujer en numerosas aldeas de Medio Oriente. El nombre de la película también aporta a comprender esa existencia atravesada por mandatos a cual más duro. La hija mayor del matrimonio quiere estudiar, lo cual es considerado una banalidad por la madre, que quiere dos manos más que la ayuden a lavar la ropa y el piso.
Los más chicos tienen hambre y la más grande de los hermanos les pide que esperen: va al hogar de su padre a buscar algo de comida.
Claro que no todas las necesidades o los sueños se postergan. Algunos se prohíben. Así es como al señor de la casa le importa un bledo a quién elige su hija; él ya tiene decidido con quién habrá de convivir, muy a pesar de que a ella no le guste ni un poquito. "Tengo que hacerlo", es su justificación. "Siempre obras por obligación", le replica la madre de la adolescente, que aun en el cúmulo de su amargura y resentimiento aspira de vez en cuando a que su hija no siga sus pasos.
En más de una ocasión los padres sienten, por experiencia de vida, que una persona no es la adecuada para sus retoños. Y suelen armarse las de San Quintín. Que no me entendés, que sí, que libertad sin prudencia es padecimiento y a menudo tragedia evitables, que tu prudencia es mi aburrimiento, que tu dolor es mi dolor, que dejame en paz.
¿Alguien puede culpar a quien se preocupa por sus hijos? La pregunta deja de ser retórica cuando se plantea si es legítimo el derecho a disponer de ellos siempre con beneficio de inventario y determinarles con quién y cuándo deben casarse.

28/2/22

Plétora dichosa

Srta. Ladrona de corazón,

De mi mayor consideración

No es la primera vez que me siento a una de las mesas de Burger que está a la par de la ventana sobre calle Constitución. Sí es la primera ocasión en que ver en la esquina el cartel de Ideas me hace sonreir por asociación a vos.

Al leer la sección Mundos íntimos del Clarín sabatino encontré esta cita:
"A menudo limitamos la intensidad de nuestra vida por vergüenza, porque eso no es usual, porque ya estamos viejos, porque no me quiero esclavizar con algo nuevo. Porque y porque. Pero en el fondo nos queda un dejo de no habernos animado. ¿No sabemos, acaso, que para eso están los trampolines?".
Refiere a una madre que decide ejercer como hincha de River para estar más cerca de su fanático hijo, pero vaya si aplica a lo nuestro.
Como te decía días atrás, desconozco si esta sucesión de hechos curiosos y coincidencias que nos atraviesan es fruto de un mandato del destino, de variables que se han ido alineando, entre ellas que ambos tengamos Face, whatsapp, vivamos en Río Cuarto, nos guste charlar y las letras, etc, o de elecciones libres y soberanas de una mujer y un hombre. Sí sé que todo constituye un cuadro bello. 
También sé que tus palabras no me abruman, Sandra. Hoy dijiste algo muy, pero muy, significativo. Algo así como que esto que recorremos de la mano y más cerca 🙃🤗 nunca lo habías experimentado. Es una frase poderosa, de las que bien podrían activar mis temores. No obstante, me ha dado alegría y serenidad.
Está en mí ajustar esa alegría al contexto. Al venir al centro, recibí un bocinazo por cruzar las cinco esquinas sin darme cuenta de que tenían paso los autos 🤦‍♂️. Andar en las nubes con los pies en la calle es peligroso.
Eso al margen, bienvenidas las nubes, tan suaves que ni el ominoso 4-1 que sufrió esta tarde Los Andes en un nuevo desastre me distraen de la dicha.
Que duermas bien, sueño hecho realidad. 


 ¿Habrá más ovejitas?

Otra vez el vecino recibe mensajes por Whatsapp de madrugada. Se oyen las notificaciones cada dos, cinco minutos a lo sumo. El sueño se entrecorta. Es una buena oportunidad para empezar a ver El estafador de Tinder. 

En cuanto a la causa, justo es decir que el vecino no fue el inicio del insomnio de Adrián Ramírez. Hay días en los que la vigilia se carga de piedras y la almohada recoge pesadillas. Y otros en los que se llena de alas para un vuelo placentero con los ojos cerrados.



4/2/22

 

¿Qué pasa cuando se cierra la casa de los abuelos?

Un alumno del PEAM que prefiere el anonimato comparte este texto:

 

Uno de los momentos más tristes de nuestras vidas llega cuando se cierra para siempre la puerta de la casa de los abuelos y... es que, al cerrarse esa puerta, damos por finalizados los encuentros con todos los miembros de la familia, que en ocasiones especiales cuando se juntan, enaltecen los apellidos, como si de una Familia Real se tratase y, llevarlos siempre por el amor a los abuelos, cual bandera.

Cuando cerramos la casa de los abuelos, damos por terminado las tardes de alegría con tíos, primos, nietos, sobrinos, padres, hermanos, e incluso novi@s pasajeros que se enamoran del ambiente que allí se respira.

Ni siquiera hace falta salir a la calle, estar en la casa de los abuelos es lo que toda la familia necesitaba para ser feliz.

Los reencuentros en navidad, regados con el olor de pintura fresca cual incienso, los villancicos y música criolla de fondo, las tertulias, la huerta, que cada año que llega piensas, ¿si será la última vez..?

Cuesta aceptar que esto tenga fecha límite, que algún día todo estará cubierto de polvo y las risas serán un recuerdo ido de tal vez tiempos mejores.

El año pasa mientras esperas estos momentos y, sin darnos cuenta, pasamos de ser niños abriendo regalos, a sentarnos junto a los adultos en la misma mesa, jugando desde el postre del almuerzo hasta el cafecito pasado de la cena, porque cuando se está en familia el tiempo no pasa y ese café es sagrado.

Las casas de los abuelos siempre están llenas de sillas, nunca se sabe si un primo traerá a la novia o a un amigo o al vecino, porque aquí todo el mundo es bienvenido.

Siempre habrá una ollita con café o alguien dispuesto a hacerlo.

Saludas a la gente que pasa por la puerta, aunque sean desconocidos, porque la gente de la calle de tus abuelos es tu gente, es tu pueblo.

Cerrar la casa de los abuelos es decir adiós a las canciones con la abuela y a los consejos del abuelo, al dinero que te dan a escondidas de tus padres como si de una ilegalidad se tratase, a llorar de risa por cualquier tontería, o a llorar por la pena de los que se fueron demasiado pronto.

Es despedirse de la emoción de llegar a la cocina y destapar las ollas, y disfrutar el plato de ese día.

Así que, si algún día tienes la oportunidad de llamar a la puerta de esa casa y que alguien te abra desde dentro, debes aprovecharla cada vez que puedas porque entrar ahí es imaginar ver a tus abuelos o a tus viejos, sentados esperando para darte un beso, es sentir la sensación más maravillosa que puedas tener en la vida. 

Si resulta que ahora nos toca ser abuelos, y ya nuestros padres no están, nunca perdamos la oportunidad de abrir las puertas a nuestros hijos y nuestros nietos y celebrar con ellos "El Don de la Familia", porque solo en la familia es donde los hijos y los nietos encontrarán el espacio oportuno para vivir el misterio del amor a los más cercanos y a los que les rodean.

Disfruten y aprovechen la casa de los abuelos mientras puedan, pues llegará un momento en que en la soledad de sus paredes y rincones, si cierras los ojos y te concentras, podrás escuchar tal vez el eco de una sonrisa o un llanto atrapado en el tiempo, y al abrirlos de nuevo, la nostalgia te atrapará y te preguntarás... ¿por qué se fue todo tan de prisa? Y será doloroso descubrir que no todo eso se fue, sólo es que lo dejamos ir...

Todo tiene su ciclo de vida.

Recomendación: después de leerlo, esgrimir una cara adusta, como si estuviera muy enojado; si es posible, que los demás piensen “qué tipo más odioso y mal agestado”. Entonces habrás logrado tu cometido, es decir. contener las lágrimas, esas que quizás sería saludable dejar ver, pero eso sería como decir “¿ven que yo también soy un ser humano? aunque sea poco fácil de creer.”

2/2/22

No la dejes ir

Elaine, Elaine!", grita desesperado Benjamin (Dustin Hoffman) desde la puerta de la iglesia. Poco falta para que termine la película El Graduado. La chica se está casando con otro y él se niega a aceptarlo.
Decir cómo termina, aun cuando la mayoría de los lectores lo sepa, es de mal gusto. Es preferible invitar en qué momentos, como Benjamin, uno amanece al mediodía y trata de recobrar el tiempo perdido y qué tal le va cuando se resiste a aceptar lo que sucede.