¿Para qué decirlo?
¿Para qué decirlo?
"A Colón lo dirige el árbitro polémico que tuvo que tratarse con un psicólogo", dice un título de diario El Litoral en pleno siglo 21.
La referencia es a un referí capaz de ver dentro del área una falta cometida casi un metro fuera, y cuya carrera ha estado siempre más cerca de ser mala que excelente.
El propio juez contó que tuvo que hacer psicoterapia tras equivocarse feo en una final nacional, por lo cual miles de personas lo rotularon de ladrón e inútil. O sea que no miente el periodista de El Litoral.
Sin embargo, ¿cuál es el objetivo de apuntar el tratamiento psicológico al que debió apelar el árbitro?
La afirmación estigmatiza. Supongamos que un presidente de Colón, Juan García, además joyero, hubiera dejado al club en la ruina. Titular "el joyero Juan García fundió a Colón" sería una sentencia lesiva contra esta ocupación. Al cabo, el daño al club lo habría cometido como conductor de la institución y no como vendedor de alhajas.
En un ámbito como el fútbol, aun reticente a contemplar la dimensión mental del juego, de nada sirve aparear la psicología a un árbitro mediocre. Apenas si es útil para notar qué bajito vuela quien escribió la nota.