Profe, cambie el práctico
La debe haber insultado mentalmente cerca de 5 minutos. Escribir 15 renglones sobre el amor no le parecía una buena idea -ninguna lo era un viernes en la última hora.
A 17 minutos del timbre tuvo que empezar. Lo que sigue es lo que, en seis minutos, pasó en limpio después de varias tachaduras.
"Mire, profesora, cada día entiendo menos. Hay gente que mata según ellos por amor a un dios. Supongo que será el dios del odio.
Hay gente que verduguea a sus empleados en nombre del amor a la tarea. Supongo que será la tarea de la insensibilidad.
Honestamente, no amo ni mucho menos a esta gente.
Amo algunas canciones de Soraya aunque mi hermano diga que son payasadas.
Amo, o creo que amo, a alguna gente importante en mi vida, pero si no le parece mal prefiero no nombrarlos. Siento que los amo, pero me da cosa escribirlo acá.
Qué cosa, ¿no? Es como si resultara más fácil hablar del odio que del amor".
Y en este rincón: el miedo
El fútbol es un espacio bravo para las decisiones
Un día se planteó el juego de las denominaciones. En el aula alguien decidió llamar significante a lo que se decía y significado a la lectura respectiva.
Entonces, el significante “es un buen tipo” se llena de signficados divergentes si las situaciones lo son. Ejemplo:
a) Un empleado detesta a su jefe, pero siente que de sus palabras depende el mantenimiento de su fuente laboral. Le preguntan qué tal es su jefe y responde: “Es un buen tipo”. Lectura respectiva: “Es una alimaña, pero si lo digo pierdo el puesto”.
b) Una persona algo destemplada en lo estilístico habla de Juan Pablo II: “Es un buen tipo”. Lectura respectiva: “Ese hombre habla del bien y hace el bien”.
Canal expresivo
A más de un estudiante se le hace un lío cuando, en las primeras clases de Ciencias de la Comunicación, tiene que aprender lo que es canal.
Canal es la vía a través de la cual se emite un mensaje. Y parece que influye sobre las perspectivas.
Cuando se habla mediante encuestas por Internet, la mayoría de los hinchas no quiere verlo a Diego Maradona como técnico. Cuando hay que poner la cara para decirlo, aparecen palabras tales como “¡Aguante, Diego!”, “Sos lo más grande”, ¡“Borombombón, borombombón, a Maradona, la selección!”. Lindo ejemplo de lo que implica el concepto de control social informal, o mecanismo no legislado para encarrilar disidentes y mantener adhesiones.
Grata palabra
Tiempo atrás, el periodista Orlando Barone habló en su carta abierta del programa “La Mañana con Víctor Hugo” (Radio Continental, lunes a viernes de 9 a 13) de lo que implica democracia: un vicepresidente puede votar en contra del presidente en un asunto capital como las retenciones agropecuarias y no por ello lo accidentarán en la ruta ni aparecerá baleada su casa.
Ojalá algún día la democracia se vea así de bien en el fútbol argentino. Entonces, elegir el técnico de la selección significará haber optado por el mejor y no por el que más presión hizo para ser designado. Lo hecho por el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino con Diego Maradona avala el poder del miedo sobre los que detentan poder y no quieren perderlo.
Julio Grondona acaso sepa lo que significa su decisión: no eligió al mejor, pero sabe que dejarlo al margen a Maradona es hacerse de un enemigo tenaz.
Ojalá todo termine bien aunque haya empezado mal.
Un blog variopinto, con textos ligados a pensamientos, sensaciones, descripciones, narraciones, sentimientos, ocurrencias y reflexiones sobre temas periodísticos sin correr tras primicias. Miradas acerca de lo que nos pasa, lo que nos gustaría, lo que perdimos y lo que soñamos.
31/10/08
29/10/08
Prohibido gambetear
La pena de muerte fue el punto de partida de una clase en la carrera de Periodismo en la Fundación Cervantes.
Hombres decentes de buenas costumbres
Por Rodrigo Oviedo
La pena de muerte es uno de esos temas de los que resulta complicado emitir un juicio tajante. Es como el aborto. A veces es preferible eludirlos que entrar en una dura polémica con los otros y con uno mismo.
Decidido por la polémica, la postura de matar a un ser humano, aun sea éste culpable de la mayor aberración, me produce un escalofrío. Cuando se afirma “pena de muerte” con tanta soltura pienso si el que pronuncia, generalmente son los hombres decentes de buenas costumbres, sería capaz de disparar o introducir una aguja en una vena para llevarse toda su vida. Pero por supuesto, estos hombres decentes de buenas costumbres se han pasado la vida delegando los asuntos no gratos al impersonal. Quizás eso les ha posibilitado ser hombres decentes de buenas costumbres.
Bendito sector de la población que quiere el bienestar de la humanidad, pero que retuerce el semblante con la sola idea de que la revolución pueda rayarle la pintura del auto.
Estados Unidos ha comprobado que la pena de muerte no reduce la criminalidad. Los hombres decentes de buenas costumbres conocen este dato. Entonces me pregunto, ¿serán estos hombres, hombres decentes de buenas costumbres?
Ruleta rusa
Por Pablo Amiot Gaspio
La pena de muerte, también llamada pena capital, radica en la ejecución de un ser humano que ha sido condenado por parte del Estado, a modo de castigo, tras haber cometido algún delito explícitamente establecido como tal en la legislación.
El tema en cuestión es quizás uno de los más controvertidos a la hora del análisis. Por un lado, están los que observan la pena de muerte con una mirada coherente si se toman en cuenta episodios puntuales tales como violaciones de derechos humanos, abusos sexuales, crímenes y otras transgresiones de carácter atroz.
Otros señalan que quien será víctima de un final anunciado puede cometer agravios a partir de impulsos que nada tienen que ver con una acción de tipo consciente, sino que las mismas se efectúan a partir de patologías que se instauran en el hombre desde temprana edad a raíz de múltiples factores que tienen que ver con lo social, lo económico y la concepción de aprendizaje, con todo lo que esto último significa.
La pena de muerte es un arma de doble filo. No sólo porque a quien se le aplica puede carecer de raciocinio, sino también porque la justicia -más aún en Argentina- no responde de manera coherente a la hora de resolver premios y castigos.
Pena capital: ¿la solución?
Por Bruno Natali
La pena de muerte en nuestro país en estos tiempos es una medida no viable. En una nación donde la injusticia, la corrupción, el facilismo, la falta de educación y las cosas mal hechas son moneda corriente no se puede adoptar la pena de muerte. Imagínese usted que por esas casualidades hay un asesinato en un lugar x, donde hay alguien que dice haber visto algo, le describe a la policía el autor del hecho y por esas casualidades y características similares propias de nuestra raza coincide con usted. Posterior a este hecho lo detienen y usted no tiene cómo comprobar que no estaba allí y lo sentencian a pena de muerte. Es complicado, ¿no?
La pena capital consiste en la ejecución de un condenado por parte del Estado, como castigo por un delito establecido en la legislación; los delitos a los cuales se aplica esta sanción penal suelen denominarse crímenes o delitos capitales. Actualmente esta medida existe en muy pocos países del mundo.
Es poco admisible que hoy se le pueda cruzar, la pena de muerte, por la cabeza a algún funcionario para solucionar los problemas de violencia que existen en nuestra sociedad. Tampoco es una solución al sistema carcelario colapsado que se tiene en Argentina. Este problema de violencia es un problema mucho más profundo que pasa por las condiciones de vida de muchos de los ciudadanos y por sobre todas las cosas el poco respeto hacia los demás y la falta de educación que existe en estos días.
El origen de la vida
Desde cinco palabras y tres apellidos había que escribir un cuento fantástico. Esto hicieron en 20 minutos de clase Valeria Caballero y Rodrigo Oviedo, de tercer año de Periodismo de Fundación Cervantes.
Adiós, nada
Por Valeria Caballero
En un oscuro planeta cercano al sistema solar circundado por la nada, gravitaban de modo estrepitoso un sinnúmero de células.
Algunas circunstancias habían provocado que este lúgubre planeta estuviera deshabitado. Sólo la infelicidad de la nada se hacía eco en el lugar.
El universo guarda siempre algún misterio pero en este particular espacio, el suspenso parecía ser de una gran dimensión.
Pasó el tiempo, las células seguían flotando en el aire pero no lograban conectarse entre sí para que la vida comenzara a expresarse.
Un día, tres células llegaron a un espacio de encuentro y dieron a luz a tres seres.
El paso de los años dio sus frutos y estos extraños habitantes crecieron, se amaron y también se odiaron frente a ciertos contratiempos.
Uno a otro se fueron poniendo nombres. Se llamaron entre ellos Alejandro Dolina, Carlos Menem y Charly García.
Eran tan diferentes uno de otro que no lograban ponerse de acuerdo en nada. Carlos quería construir una ciudad para que el planeta fuera habitado. Deseaba una unión política de los tres habitantes para multiplicar las células y de ese modo incrementar el número de seres vivos. Su plan era que la ciudad creciera para luego reinar y disponer de todo el poder.
Alejandro quería contar historias. El estaba seguro de que contando historias y escribiendo, la vida seguiría su curso y la energía universal se expandiría para multiplicar los seres.
Charly, en cambio, quería expresarse desde la música y el desenfreno. El creía que si cantaba, las células lograrían vibrar hasta estallar... y así se expandirían muchos embriones...
Cada uno hizo un aporte y de esa energía vital, diversa y plural pudo emerger la existencia de millones de embriones. Todos ellos portaban personalidades, gustos y reacciones diferentes, todos ellos construían un espacio común para convivir y crear un pequeño mundo...
Los tres cielos
Por Rodrigo Oviedo
Pocas cosas hay más lamentables que alguien a quien los años le han pasado por encima pero continúa aferrado al elixir del pasado.
Allí se encontraba aquel duende viejo y patilludo, al margen de un río. Jugaba a tomar la arena con una mano y ver cómo aquella se le escabullía por los dedos. El duende se hacía llamar Menem.
Pero pronto la infelicidad de las circunstancias pasó a segundo plano para el duende (que también era orejudo) al irrumpir en escena un estrepitoso personaje que en otro mundo supo ser un exitoso músico que saboreaba contratiempos.
Sin inmutarse por el duende a la orilla del río, se arrojó desesperado a la arena que, por la intensidad de la luz del sol, lucía fatalmente blanca. A pesar de la debilidad que su cuerpo escuálido proyectaba, se entretuvo un buen rato aspirando arena.
En ese preciso momento, a puro crol, y sin pretender generar suspenso alguno, pasó a nado por tan precioso río el poeta de barrio Alejandro Dolina.
El duende y el músico lo vieron llegar. Dolina advirtió que se derramaba la pena en aquellos dos pares de ojos que lo observaban.
El iluminado Alejandro hizo pie a pocos metros, caminó hasta la orilla mientras que un movimiento mágico de sus manos hacía aparecer de la nada un pequeño anotador con su correspondiente lápiz.
Semejante historia merecía ser contada.
La pena de muerte fue el punto de partida de una clase en la carrera de Periodismo en la Fundación Cervantes.
Hombres decentes de buenas costumbres
Por Rodrigo Oviedo
La pena de muerte es uno de esos temas de los que resulta complicado emitir un juicio tajante. Es como el aborto. A veces es preferible eludirlos que entrar en una dura polémica con los otros y con uno mismo.
Decidido por la polémica, la postura de matar a un ser humano, aun sea éste culpable de la mayor aberración, me produce un escalofrío. Cuando se afirma “pena de muerte” con tanta soltura pienso si el que pronuncia, generalmente son los hombres decentes de buenas costumbres, sería capaz de disparar o introducir una aguja en una vena para llevarse toda su vida. Pero por supuesto, estos hombres decentes de buenas costumbres se han pasado la vida delegando los asuntos no gratos al impersonal. Quizás eso les ha posibilitado ser hombres decentes de buenas costumbres.
Bendito sector de la población que quiere el bienestar de la humanidad, pero que retuerce el semblante con la sola idea de que la revolución pueda rayarle la pintura del auto.
Estados Unidos ha comprobado que la pena de muerte no reduce la criminalidad. Los hombres decentes de buenas costumbres conocen este dato. Entonces me pregunto, ¿serán estos hombres, hombres decentes de buenas costumbres?
Ruleta rusa
Por Pablo Amiot Gaspio
La pena de muerte, también llamada pena capital, radica en la ejecución de un ser humano que ha sido condenado por parte del Estado, a modo de castigo, tras haber cometido algún delito explícitamente establecido como tal en la legislación.
El tema en cuestión es quizás uno de los más controvertidos a la hora del análisis. Por un lado, están los que observan la pena de muerte con una mirada coherente si se toman en cuenta episodios puntuales tales como violaciones de derechos humanos, abusos sexuales, crímenes y otras transgresiones de carácter atroz.
Otros señalan que quien será víctima de un final anunciado puede cometer agravios a partir de impulsos que nada tienen que ver con una acción de tipo consciente, sino que las mismas se efectúan a partir de patologías que se instauran en el hombre desde temprana edad a raíz de múltiples factores que tienen que ver con lo social, lo económico y la concepción de aprendizaje, con todo lo que esto último significa.
La pena de muerte es un arma de doble filo. No sólo porque a quien se le aplica puede carecer de raciocinio, sino también porque la justicia -más aún en Argentina- no responde de manera coherente a la hora de resolver premios y castigos.
Pena capital: ¿la solución?
Por Bruno Natali
La pena de muerte en nuestro país en estos tiempos es una medida no viable. En una nación donde la injusticia, la corrupción, el facilismo, la falta de educación y las cosas mal hechas son moneda corriente no se puede adoptar la pena de muerte. Imagínese usted que por esas casualidades hay un asesinato en un lugar x, donde hay alguien que dice haber visto algo, le describe a la policía el autor del hecho y por esas casualidades y características similares propias de nuestra raza coincide con usted. Posterior a este hecho lo detienen y usted no tiene cómo comprobar que no estaba allí y lo sentencian a pena de muerte. Es complicado, ¿no?
La pena capital consiste en la ejecución de un condenado por parte del Estado, como castigo por un delito establecido en la legislación; los delitos a los cuales se aplica esta sanción penal suelen denominarse crímenes o delitos capitales. Actualmente esta medida existe en muy pocos países del mundo.
Es poco admisible que hoy se le pueda cruzar, la pena de muerte, por la cabeza a algún funcionario para solucionar los problemas de violencia que existen en nuestra sociedad. Tampoco es una solución al sistema carcelario colapsado que se tiene en Argentina. Este problema de violencia es un problema mucho más profundo que pasa por las condiciones de vida de muchos de los ciudadanos y por sobre todas las cosas el poco respeto hacia los demás y la falta de educación que existe en estos días.
El origen de la vida
Desde cinco palabras y tres apellidos había que escribir un cuento fantástico. Esto hicieron en 20 minutos de clase Valeria Caballero y Rodrigo Oviedo, de tercer año de Periodismo de Fundación Cervantes.
Adiós, nada
Por Valeria Caballero
En un oscuro planeta cercano al sistema solar circundado por la nada, gravitaban de modo estrepitoso un sinnúmero de células.
Algunas circunstancias habían provocado que este lúgubre planeta estuviera deshabitado. Sólo la infelicidad de la nada se hacía eco en el lugar.
El universo guarda siempre algún misterio pero en este particular espacio, el suspenso parecía ser de una gran dimensión.
Pasó el tiempo, las células seguían flotando en el aire pero no lograban conectarse entre sí para que la vida comenzara a expresarse.
Un día, tres células llegaron a un espacio de encuentro y dieron a luz a tres seres.
El paso de los años dio sus frutos y estos extraños habitantes crecieron, se amaron y también se odiaron frente a ciertos contratiempos.
Uno a otro se fueron poniendo nombres. Se llamaron entre ellos Alejandro Dolina, Carlos Menem y Charly García.
Eran tan diferentes uno de otro que no lograban ponerse de acuerdo en nada. Carlos quería construir una ciudad para que el planeta fuera habitado. Deseaba una unión política de los tres habitantes para multiplicar las células y de ese modo incrementar el número de seres vivos. Su plan era que la ciudad creciera para luego reinar y disponer de todo el poder.
Alejandro quería contar historias. El estaba seguro de que contando historias y escribiendo, la vida seguiría su curso y la energía universal se expandiría para multiplicar los seres.
Charly, en cambio, quería expresarse desde la música y el desenfreno. El creía que si cantaba, las células lograrían vibrar hasta estallar... y así se expandirían muchos embriones...
Cada uno hizo un aporte y de esa energía vital, diversa y plural pudo emerger la existencia de millones de embriones. Todos ellos portaban personalidades, gustos y reacciones diferentes, todos ellos construían un espacio común para convivir y crear un pequeño mundo...
Los tres cielos
Por Rodrigo Oviedo
Pocas cosas hay más lamentables que alguien a quien los años le han pasado por encima pero continúa aferrado al elixir del pasado.
Allí se encontraba aquel duende viejo y patilludo, al margen de un río. Jugaba a tomar la arena con una mano y ver cómo aquella se le escabullía por los dedos. El duende se hacía llamar Menem.
Pero pronto la infelicidad de las circunstancias pasó a segundo plano para el duende (que también era orejudo) al irrumpir en escena un estrepitoso personaje que en otro mundo supo ser un exitoso músico que saboreaba contratiempos.
Sin inmutarse por el duende a la orilla del río, se arrojó desesperado a la arena que, por la intensidad de la luz del sol, lucía fatalmente blanca. A pesar de la debilidad que su cuerpo escuálido proyectaba, se entretuvo un buen rato aspirando arena.
En ese preciso momento, a puro crol, y sin pretender generar suspenso alguno, pasó a nado por tan precioso río el poeta de barrio Alejandro Dolina.
El duende y el músico lo vieron llegar. Dolina advirtió que se derramaba la pena en aquellos dos pares de ojos que lo observaban.
El iluminado Alejandro hizo pie a pocos metros, caminó hasta la orilla mientras que un movimiento mágico de sus manos hacía aparecer de la nada un pequeño anotador con su correspondiente lápiz.
Semejante historia merecía ser contada.
15/10/08
Reales borgeanos
A partir del cuento "Los dos reyes y los dos laberintos" (Jorge Luis Borges, en El Aleph), Valeria Caballero, Rodrigo Oviedo, Pablo Amiot Gaspio escribieron críticas que viajan por bellas estaciones de la reflexión.
Ojo por ojo
Por Valeria Caballero
Hay maneras implacables, simples y directas para vengarse de aquellos rebuscados y complejos discursos sociales que confunden al común de la gente y se jactan de ser intelectuales.
Esta es, en esencia, la enseñanza que Jorge Luis Borges plasma en el cuento "Los dos reyes y los dos laberintos" perteneciente a su clásica obra "El Aleph".
Mediante una parábola que narra la historia de dos reyes de la antigüedad, Borges expresa, con agudeza y perspicacia, la inexorable naturaleza que habita en el arte de la venganza.
Un cuento breve para aquellos amantes de la prosa inteligente, que gustan de los textos carentes de idiotez.
Exquisita puñalada
Por Rodrigo Oviedo
Se dice que una novela es como una muerte lenta y que un cuento semeja a una certera puñalada. En este brevísimo cuento, se llama la atención sobre la imprevisibilidad del hombre, en apariencia, pequeño; el odio y la desproporción de su correspondencia; y, por supuesto, el ineludible tema de la venganza, todo esto en una exquisita y amarga puñalada, gentileza del maestro Jorge Luis Borges.
El que ríe último...
Por Pablo Amiot Gaspio
El cuento "Los dos reyes y los dos laberintos" de Jorge Luis Borges describe una historia que se suscribe al poder que ostentan dos personas en Medio Oriente.
La visita de uno de los reyes a Babilonia motiva que el restante lo obligue a pasar por un laberinto. El personaje sortea el escollo después de sufrirlo, vuelve a sus pagos y toma venganza utilizando un criterio similar: captura al rey, destroza su pueblo y lo entrega a "su laberinto", que no es otra cosa que el desierto o, si usted lo prefiere, la muerte en persona.
Ojo por ojo
Por Valeria Caballero
Hay maneras implacables, simples y directas para vengarse de aquellos rebuscados y complejos discursos sociales que confunden al común de la gente y se jactan de ser intelectuales.
Esta es, en esencia, la enseñanza que Jorge Luis Borges plasma en el cuento "Los dos reyes y los dos laberintos" perteneciente a su clásica obra "El Aleph".
Mediante una parábola que narra la historia de dos reyes de la antigüedad, Borges expresa, con agudeza y perspicacia, la inexorable naturaleza que habita en el arte de la venganza.
Un cuento breve para aquellos amantes de la prosa inteligente, que gustan de los textos carentes de idiotez.
Exquisita puñalada
Por Rodrigo Oviedo
Se dice que una novela es como una muerte lenta y que un cuento semeja a una certera puñalada. En este brevísimo cuento, se llama la atención sobre la imprevisibilidad del hombre, en apariencia, pequeño; el odio y la desproporción de su correspondencia; y, por supuesto, el ineludible tema de la venganza, todo esto en una exquisita y amarga puñalada, gentileza del maestro Jorge Luis Borges.
El que ríe último...
Por Pablo Amiot Gaspio
El cuento "Los dos reyes y los dos laberintos" de Jorge Luis Borges describe una historia que se suscribe al poder que ostentan dos personas en Medio Oriente.
La visita de uno de los reyes a Babilonia motiva que el restante lo obligue a pasar por un laberinto. El personaje sortea el escollo después de sufrirlo, vuelve a sus pagos y toma venganza utilizando un criterio similar: captura al rey, destroza su pueblo y lo entrega a "su laberinto", que no es otra cosa que el desierto o, si usted lo prefiere, la muerte en persona.
silencios que duelen
¿Cómo te lo digo?
“Hola, Agustín,
La verdad que” era lo único que no había cambiado Julieta en los cuatro borradores al cabo de una hora y veinte.
Se mordisqueó la uña del pulgar izquierdo y se levantó de la silla del cíber en el que había varios guardapolvos blancos a las 3 y cuarto de la tarde.
En su casa, no se sentó sino hasta que pasó media hora. Hizo café, lavó dos tazas, un plato, una fuente de ensalada, un tenedor y dos cucharitas. Sacó la mermelada de la mesa, guardó un pulóver, abrió la alacena, la cerró sin saber para qué la había abierto, volvió a la silla, giró el block de hojas y empezó su quinto “Hola, Agustín,
La verdad que”.
“¿Por qué costará tanto escribir cosas lindas?”, escribió en su diario al día siguiente, cuando hasta el encabezamiento le parecía inadecuado.
Sustantivo ojalá común
Las mil razones vuelven a darme una razón.
La lejana tierra se acerca (ya habrá tiempo para el cansancio).
Las dudas aparecen y reaparecen.
La mirada se pierde en repetida plácida situación.
Alguien quiere ponerle nombre propio a la felicidad.
Envidiable círculo cursi
Si cierro los ojos te sueño.
Si te sueño te veo.
Si te veo no necesito luz.
Si no necesito luz cierro los ojos...
(a partir del modo narrativo de "Los seis que se siguen", en Crónicas del Angel Gris, de Alejandro Dolina)
“Hola, Agustín,
La verdad que” era lo único que no había cambiado Julieta en los cuatro borradores al cabo de una hora y veinte.
Se mordisqueó la uña del pulgar izquierdo y se levantó de la silla del cíber en el que había varios guardapolvos blancos a las 3 y cuarto de la tarde.
En su casa, no se sentó sino hasta que pasó media hora. Hizo café, lavó dos tazas, un plato, una fuente de ensalada, un tenedor y dos cucharitas. Sacó la mermelada de la mesa, guardó un pulóver, abrió la alacena, la cerró sin saber para qué la había abierto, volvió a la silla, giró el block de hojas y empezó su quinto “Hola, Agustín,
La verdad que”.
“¿Por qué costará tanto escribir cosas lindas?”, escribió en su diario al día siguiente, cuando hasta el encabezamiento le parecía inadecuado.
Sustantivo ojalá común
Las mil razones vuelven a darme una razón.
La lejana tierra se acerca (ya habrá tiempo para el cansancio).
Las dudas aparecen y reaparecen.
La mirada se pierde en repetida plácida situación.
Alguien quiere ponerle nombre propio a la felicidad.
Envidiable círculo cursi
Si cierro los ojos te sueño.
Si te sueño te veo.
Si te veo no necesito luz.
Si no necesito luz cierro los ojos...
(a partir del modo narrativo de "Los seis que se siguen", en Crónicas del Angel Gris, de Alejandro Dolina)
8/10/08
Familia y escuela
Los adolescentes son...
Los puntos suspensivos reemplazan a lo que a menudo decimos desde los prejuicios negativos o desde la generalización.
Los textos que siguen, de alumnas del colegio San Ignacio, nos invitan a pensar que un estudiante no es apenas alguien que ocupa un banco sino una persona de la cual aprender.
El primero resulta de un ejercicio que pedía vincular el concepto de familia a: globalización, tecnología y cultura.
El segundo partía de la idea de alienación y terminaba en cómo se sienten los alumnos más de una vez en las aulas.
Familia: lo de siempre que a menudo cambia
Por Sofía Mola, cuarto año
La familia es un grupo de personas que comparte la misma identidad; está principalmente compuesta por los padres e hijos. Sin embargo, a medida que el tiempo pasa, estas características varían.
En cuanto a la globalización, las familias gradualmente se van pareciendo, en tanto una consecuencia de este proceso es hacer sociedades homogéneas. Como la mayoría de los valores son compartidos, la gente parece actuar de la misma manera y no sigue su "colección familiar de reglas".
La innovación tecnológica torna más distante la relación entre parientes dado que las personas se contactan con quien quieran por vía electrónica. De este modo, el diálogo cara a cara se está perdiendo gradualmente, como también la influencia familiar sobre los niños.
La cultura tiene una relación cercana con la tecnología y la globalización, por cuanto los valores y las creencias son compartidos y conocidos por todos. En consecuencia, cada vez es más difícil diferenciar cada cultura. Por supuesto, las familias también sufren estos cambios, lo que equivale a decir que no vivirán de la forma en que lo hizo la generación anterior.
En otras palabras, con el paso del tiempo la identidad de cada familia es modificada por factores externos. Sin embargo, la identidad nunca se perderá.
Cara y ceca escolar
Por Guadalupe de la Mota Boehler y Candelaria Saettone, tercer año
A veces la escuela es muy aburrida. Podemos trazar dos situaciones distintas. La primera, la linda: vamos a chusmear, a hablar con amigos de temas que no son importantes pero son entretenidos.
Pero después encontramos la otra parte, la más aburrida: por ejemplo, rendir pruebas, ¡qué fastidio! Y tener deberes, peor... Cuando nos levantamos temprano, obviamente maldecimos la escuela. Por lo tanto, es lógico que en ese sentido podríamos odiarla.
Pero eso no es todo. En ocasiones, en muchas materias no encontramos realmente interesante el contenido, sentimos algo de alienación. También podemos sentirnos así cuando, desafortunadamente, no nos llevamos bien con algún profesor, algo que es frecuente en algunas personas.
Los puntos suspensivos reemplazan a lo que a menudo decimos desde los prejuicios negativos o desde la generalización.
Los textos que siguen, de alumnas del colegio San Ignacio, nos invitan a pensar que un estudiante no es apenas alguien que ocupa un banco sino una persona de la cual aprender.
El primero resulta de un ejercicio que pedía vincular el concepto de familia a: globalización, tecnología y cultura.
El segundo partía de la idea de alienación y terminaba en cómo se sienten los alumnos más de una vez en las aulas.
Familia: lo de siempre que a menudo cambia
Por Sofía Mola, cuarto año
La familia es un grupo de personas que comparte la misma identidad; está principalmente compuesta por los padres e hijos. Sin embargo, a medida que el tiempo pasa, estas características varían.
En cuanto a la globalización, las familias gradualmente se van pareciendo, en tanto una consecuencia de este proceso es hacer sociedades homogéneas. Como la mayoría de los valores son compartidos, la gente parece actuar de la misma manera y no sigue su "colección familiar de reglas".
La innovación tecnológica torna más distante la relación entre parientes dado que las personas se contactan con quien quieran por vía electrónica. De este modo, el diálogo cara a cara se está perdiendo gradualmente, como también la influencia familiar sobre los niños.
La cultura tiene una relación cercana con la tecnología y la globalización, por cuanto los valores y las creencias son compartidos y conocidos por todos. En consecuencia, cada vez es más difícil diferenciar cada cultura. Por supuesto, las familias también sufren estos cambios, lo que equivale a decir que no vivirán de la forma en que lo hizo la generación anterior.
En otras palabras, con el paso del tiempo la identidad de cada familia es modificada por factores externos. Sin embargo, la identidad nunca se perderá.
Cara y ceca escolar
Por Guadalupe de la Mota Boehler y Candelaria Saettone, tercer año
A veces la escuela es muy aburrida. Podemos trazar dos situaciones distintas. La primera, la linda: vamos a chusmear, a hablar con amigos de temas que no son importantes pero son entretenidos.
Pero después encontramos la otra parte, la más aburrida: por ejemplo, rendir pruebas, ¡qué fastidio! Y tener deberes, peor... Cuando nos levantamos temprano, obviamente maldecimos la escuela. Por lo tanto, es lógico que en ese sentido podríamos odiarla.
Pero eso no es todo. En ocasiones, en muchas materias no encontramos realmente interesante el contenido, sentimos algo de alienación. También podemos sentirnos así cuando, desafortunadamente, no nos llevamos bien con algún profesor, algo que es frecuente en algunas personas.
1/10/08
Hoy doble función: televisión y cine
Por Rodrigo Oviedo (Fundación Cervantes)
El mejor Tinelli
Bailando por un sueño es uno de esos programas que se esperan con ansiedad pero que al poco tiempo se tornan repetitivos y la monotonía termina por aburrir. Curiosamente el eje del show no se apoya en lo logrado de las performances, sino en todo lo que pueda aportar al escándalo, la lástima y el ridículo. Y entre ese circo romano se destaca la conducción de Marcelo Tinelli y su sentido del humor bien de barrio.
El jurado de Bailando… no se queda atrás. Con un discurso que pareciera ensayado en los fines de semana se apresta a “evaluar” a los participantes, aún cuando el criterio no siempre es claro.
El sexo es la apuesta fuerte y no se pierde oportunidad para el desfile de cuerpos que tiene al baile como excusa asegurada. Cae en la redundancia y lo peor es que pareciera ser conciente de eso y termina por cansar.
Sin embargo, el programa se sostiene por su excelente puesta en escena y el colorido de las imágenes de un canal como el 13. Quizás al ver Bailando… se extrañe al Marcelo Tinelli y su troupe de humoristas de antaño. Aún sus detractores pueden sentir que lo mejor de Tinelli se perdió y que, en definitiva, siempre se puede caer un poco más bajo.
Derecho de Familia
El director Daniel Burman acerca a los espectadores una de esas películas que en la superficie tiene tan poco pero que, por debajo, tiene lo suficiente para movilizarnos. La historia es de un joven abogado de nombre Perelman que vive más la vida de su padre, también abogado, que la suya. La transición de Perelman hijo va desempolvando las diferencias con el padre al que quiere y admira con un respeto académico y sitúa a los personajes en un terreno desconocido para ambos. Es allí que el joven abogado Perelman se siente confuso y no sabe interpretar al hombre del cual vivió bajó su sombra durante toda su vida. Pero no hay rencores. No hay odio. Padre e hijo se dicen sus cosas en silencio y la necesidad del abrazo se ve en los ojos de los Perelman. Pero ese abrazo nunca llega. El ejercicio de la paternidad aleja al hijo cada vez más de ese fantasma amigable al que no dejará de extrañar por lo que pudo ser y no fue.
Mención especial es la actuación de Daniel Hendler que compone un personaje que va de la personalidad diluida a la purificación de espíritu, a un acercarse a la belleza de la niñez compartida entre padre e hijo. Y para Daniel Burman, por regalar esta sutileza al cine nacional, una de esas joyas que se ve más con el corazón que con la cabeza.
Por Rodrigo Oviedo (Fundación Cervantes)
El mejor Tinelli
Bailando por un sueño es uno de esos programas que se esperan con ansiedad pero que al poco tiempo se tornan repetitivos y la monotonía termina por aburrir. Curiosamente el eje del show no se apoya en lo logrado de las performances, sino en todo lo que pueda aportar al escándalo, la lástima y el ridículo. Y entre ese circo romano se destaca la conducción de Marcelo Tinelli y su sentido del humor bien de barrio.
El jurado de Bailando… no se queda atrás. Con un discurso que pareciera ensayado en los fines de semana se apresta a “evaluar” a los participantes, aún cuando el criterio no siempre es claro.
El sexo es la apuesta fuerte y no se pierde oportunidad para el desfile de cuerpos que tiene al baile como excusa asegurada. Cae en la redundancia y lo peor es que pareciera ser conciente de eso y termina por cansar.
Sin embargo, el programa se sostiene por su excelente puesta en escena y el colorido de las imágenes de un canal como el 13. Quizás al ver Bailando… se extrañe al Marcelo Tinelli y su troupe de humoristas de antaño. Aún sus detractores pueden sentir que lo mejor de Tinelli se perdió y que, en definitiva, siempre se puede caer un poco más bajo.
Derecho de Familia
El director Daniel Burman acerca a los espectadores una de esas películas que en la superficie tiene tan poco pero que, por debajo, tiene lo suficiente para movilizarnos. La historia es de un joven abogado de nombre Perelman que vive más la vida de su padre, también abogado, que la suya. La transición de Perelman hijo va desempolvando las diferencias con el padre al que quiere y admira con un respeto académico y sitúa a los personajes en un terreno desconocido para ambos. Es allí que el joven abogado Perelman se siente confuso y no sabe interpretar al hombre del cual vivió bajó su sombra durante toda su vida. Pero no hay rencores. No hay odio. Padre e hijo se dicen sus cosas en silencio y la necesidad del abrazo se ve en los ojos de los Perelman. Pero ese abrazo nunca llega. El ejercicio de la paternidad aleja al hijo cada vez más de ese fantasma amigable al que no dejará de extrañar por lo que pudo ser y no fue.
Mención especial es la actuación de Daniel Hendler que compone un personaje que va de la personalidad diluida a la purificación de espíritu, a un acercarse a la belleza de la niñez compartida entre padre e hijo. Y para Daniel Burman, por regalar esta sutileza al cine nacional, una de esas joyas que se ve más con el corazón que con la cabeza.
Trabajo: un singular bien plural
Por Lucía Compagnucci, Colegio San Ignacio
La consigna fue escribir sobre el trabajo. En 20 minutos salió un texto sensibilizador
El trabajo es muy importante desde los términos individual y social. Desde el punto de vista individual, ayuda a tener un mejor modo de vida, genera ingresos, lo cual si uno tiene familia es una forma de sostenerla. Si uno tiene problemas, trabajar es una manera de desconectarse y de concentrarse en otras cosas. Es una vía por la cual uno hace algo; uno es alguien, no sólo alguien para sí mismo sino para la sociedad también. Y al trabajar uno ayuda a otra gente. No sólo trabajadores con prestigio en la sociedad como un abogado, gente que hace pequeñas cosas y cuyos ingresos no son tan grandes como un albañil también ayudan un montón a la sociedad. Sin ellos, por ejemplo, no habría edificios. Y trabajando, mucha gente protege a la sociedad; por ejemplo los policías, de los ladrones o los bomberos, del fuego.
Aunque está la otra parte del lindo concepto del trabajo. Hay una enorme tasa de niños que trabajan. Adultos de escasos recursos mandan a chicos a hacer la tarea que ellos no quieren hacer. Pienso que esto es horrible. De este modo, los niños no pueden aprovechar su niñez y a los adultos pareciera no importarles.
Por Lucía Compagnucci, Colegio San Ignacio
La consigna fue escribir sobre el trabajo. En 20 minutos salió un texto sensibilizador
El trabajo es muy importante desde los términos individual y social. Desde el punto de vista individual, ayuda a tener un mejor modo de vida, genera ingresos, lo cual si uno tiene familia es una forma de sostenerla. Si uno tiene problemas, trabajar es una manera de desconectarse y de concentrarse en otras cosas. Es una vía por la cual uno hace algo; uno es alguien, no sólo alguien para sí mismo sino para la sociedad también. Y al trabajar uno ayuda a otra gente. No sólo trabajadores con prestigio en la sociedad como un abogado, gente que hace pequeñas cosas y cuyos ingresos no son tan grandes como un albañil también ayudan un montón a la sociedad. Sin ellos, por ejemplo, no habría edificios. Y trabajando, mucha gente protege a la sociedad; por ejemplo los policías, de los ladrones o los bomberos, del fuego.
Aunque está la otra parte del lindo concepto del trabajo. Hay una enorme tasa de niños que trabajan. Adultos de escasos recursos mandan a chicos a hacer la tarea que ellos no quieren hacer. Pienso que esto es horrible. De este modo, los niños no pueden aprovechar su niñez y a los adultos pareciera no importarles.
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