15/10/08

silencios que duelen

¿Cómo te lo digo?

“Hola, Agustín,
La verdad que”
era lo único que no había cambiado Julieta en los cuatro borradores al cabo de una hora y veinte.
Se mordisqueó la uña del pulgar izquierdo y se levantó de la silla del cíber en el que había varios guardapolvos blancos a las 3 y cuarto de la tarde.
En su casa, no se sentó sino hasta que pasó media hora. Hizo café, lavó dos tazas, un plato, una fuente de ensalada, un tenedor y dos cucharitas. Sacó la mermelada de la mesa, guardó un pulóver, abrió la alacena, la cerró sin saber para qué la había abierto, volvió a la silla, giró el block de hojas y empezó su quinto “Hola, Agustín,
La verdad que”.

“¿Por qué costará tanto escribir cosas lindas?”, escribió en su diario al día siguiente, cuando hasta el encabezamiento le parecía inadecuado.


Sustantivo ojalá común

Las mil razones vuelven a darme una razón.
La lejana tierra se acerca (ya habrá tiempo para el cansancio).
Las dudas aparecen y reaparecen.
La mirada se pierde en repetida plácida situación.
Alguien quiere ponerle nombre propio a la felicidad.


Envidiable círculo cursi

Si cierro los ojos te sueño.
Si te sueño te veo.
Si te veo no necesito luz.
Si no necesito luz cierro los ojos...
(a partir del modo narrativo de "Los seis que se siguen", en Crónicas del Angel Gris, de Alejandro Dolina)