Suponía que no alcanzaba. Maldita sea. Estaba harto de esa sensación, que de tan frecuente le pesaba cual hecho indiscutible.
Lo estimulaba saber que había superado otras sensaciones. “Eran más simples de superar”, pensaba cuando no se decidía por el optimismo y la saludable autoestima.
Semanas. Meses. Años. Un día se animó a tocar un gato. Entre miedos, evitaciones, esfuerzos y constancia, siente que no le va a dar toxoplasmosis y que el ronroneo es como una carcajada.