“Elogio del fracaso” es uno de los textos de Alejandro Dolina en su libro “Crónicas del Angel Gris”. Refiere a varias iniciativas cuyo final distó del soñado por los autores. Una de ellas es la del director Enrique Argenti, que superó las mil representaciones de “La Duquesa de Padua”, de Oscar Wilde, sin un solo espectador.
A la admiración por el amor del director que dedicó su dinero al teatro se suma otra hacia Dolina por lo que a continuación se transcribe: “Después de tres años de obra sin público, Enrique Argenti concibió la idea del público sin obra, nulo espectáculo con el que llenó salas teatrales en todo el país. La gente iba, pero los actores no, y ante el escenario desierto, el público se emocionaba, lloraba o reía y aplaudía, imaginando a capricho situaciones geniales. Pero esto ya pertenece al mundo de los éxitos”.
Si esto fuera un trabajo práctico, una de las preguntas sería: ¿Los programas que bailan o cantan por un sueño se parecen a la primera o a la segunda versión de Argenti?
La pantalla de televisión también contiene envíos que comen de los errores ajenos. Por cómo conjugan los verbos y repiten palabras, está claro que la crítica de los conductores golea a su autocrítica. Tal vez éste sea el sustento de la continuidad. Lamentablemente, otro es la audiencia masiva, tan ávida de crueles referencias a los demás que posibilita no una sino varias emisiones de este molde.
Las mofas al inglés de Carlos Tévez colman la medida. ¿Será tan bueno el inglés de editores y presentadores de ese programa? Y si lo fuera, ¿no correspondería a tan elevados intelectos la consideración hacia las condiciones en que el futbolista desarrolló su vida? Dos dedos de frente bastan para concluir que Tévez no merece ser evaluado por su idioma como si fuera embajador ante el Reino Unido.