23/11/10

Seguí la Corrientes

Salud, avenida diversidad
Una chica de cabello teñido de negro con pantalón y remera al tono camina junto a otros dos veinteañeros. Una pareja de unos cincuenta años pasea. Un hombre ubica a tipos solos y les ofrece tarjetas de las que se multiplican en bordes de paredes y chapas de quioscos de revistas. Una señora de unos sesenta y pico pide monedas –“lo que pueda, me quedé corta”- y agradece. Decenas de muchachos hacen cola para entrar en algún espectáculo del Paseo La Plaza.
Más de un mozo termina su turno y más de un restaurant abre el cerrojo para que salgan quienes acaban de cenar. Ni falta hace ver “libre” para saber que los taxis buscan pasajeros; si caminaran, arrastrarían los pies.
Darse vuelta para el lado del obelisco es ver luces blancas por doquier.
Cada tanto, librerías abiertas de par en par a los que exploran en las cajas con ofertas. Comedores de mesas con detalles dorados, plantas de hojas verdes y cálida luz amarilla comparten las cuadras con uno pintado de rojo y otros de blancas mesas cuadradas y luces.
Avenida Corrientes, algunas imágenes un sábado a la 1.20.


Horas de diferencia
“No hay viento favorable para quien no sabe adónde va”. El texto fileteado en un quiosco de diarios y revistas en Avenida Callao expone una de las ideas de alguien que vive de palabras ajenas. En la misma cuadra, un cartel anuncia la feria del gato. Parece una broma: está rodeado de volantes de 7 por 4 cm. que ofrecen placer sexual. Ni qué hablar del afiche “After Office”, en el que una chica forma una V con sus piernas.

De día, los papelitos escasean, la feria del gato no tiene tan a mano el doble sentido y las mujeres desnudas o casi cubren la chapa del quiosco desde las portadas de las publicaciones.