Disculpe Usted
Por Daniel Omar Ali, Lic. en Ciencias de la Comunicación
Llegó como pidiendo perdón. Se arrimó a la parada de colectivo, con la cabeza gacha y me dijo con vergüenza: “Disculpe señor, me puede llamar a este número, ando buscando trabajo y no sé leer”. En aquel entonces, era un estudiante incipiente y ese momento fue una marca a fuego. Entendí en un soplo la responsabilidad y el compromiso de acceder - como una ínfima minoría - a la Educación Pública.
Ese hombre, llegado del bajopueblo simbolizaba a miles de pobres que eran el sostén de mi educación y la de otros tantos. Me juramenté, por aquel entonces, devolverle algo de lo que aquella multitud de humildes me daban. Después, la vanidad y la estupidez me llevaron por otros caminos. Digo estupidez, porque me olvidé que también orillé por necesidades insatisfechas.
“La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende”, dice Eduardo Galeano sobre la pobreza. Pareciera que es más fácil tomarlos por el cuello y exigirles firmemente, que no se pueden quejar, que hacer algo por ellos. Después de todo, estar ahorcado no es tan malo.
Los vemos a diario, con sus carros obstaculizando el tránsito, tocándonos el timbre de casa o cuando el semáforo nos obliga a detenernos. Molestan, son un puñadito de arena, no obstante molestan. Pero hay montañas de arena. Esos niños aprendieron la humillación y el maltrato antes que a pedir. Encima del prejuicio que cargan sobre sus espaldas, un mal humorista y peor político sostiene con total descaro, que las adolescentes de escasos recursos se embarazan con el sólo objetivo de cobrar la Asignación Universal por Hijo. La pobreza es un estigma, no una elección. Esos jóvenes son promesas, no peligro.
En la pobreza se vive sin seguros ni reaseguros, sin protección de ningún tipo, a la intemperie, en la desatención desde lo público. Podemos condenar la pobreza, pero ¿tenemos alguna simpatía por los pobres? ¿más allá de la declamación, nos interesa hacer algo por los que están afuera? Como sociedad debemos tomar conciencia de que la pobreza y la indigencia no son un designio inevitable.
El modelo de igualdad de oportunidades - donde cada uno obtiene sus logros conforme sus méritos - tiene bastante crueldad, porque los que menos tienen, arrancan muy por detrás de los más beneficiados por el sistema. Las buenas políticas son las que “fortalecen” a los ciudadanos para que estos puedan gestionar sus propias vidas.
“Tener no es signo de malvado y no tener tampoco es prueba de que acompañe la virtud”, dice Silvio Rodríguez en una de sus canciones, pero el que nace mal parado
depende de la caridad del que tiene para procurarse el pan. Porque en verdad, la caridad no tiene que ver con que yo quiera y pueda hacer algo por otro, sino que es un derecho del otro y una obligación mía.
La solidaridad es superadora respecto a la caridad en sentido laico y la justicia social es superadora respecto a la solidaridad: termina por completo de horizontalizar esa relación entre el que da y el que recibe. La capacidad de ayudar al otro nos redime desde nuestro lugar en la sociedad. El primer beneficiado es el que genera el bien porque es un boomerang que vuelve, enriquece, modifica la mirada. El que da tiene su premio en la satisfacción que experimenta cuando el otro es mejorado en su situación. Y sin duda, aquél que es beneficiado obtiene un lugar mejor.
Más allá de la presencia o ausencia del Estado, el cambio de mirada nos toca a los ciudadanos que no nos caímos del sistema, porque caerse es fácil, pero muy complejo volver a subirse. Nos hace falta ensuciarnos los pantalones con el moco de los niños que nos abrazan de alegría si vamos al barrio. Allí - que cuando llueve - las calles de tierra se vuelven ríos desbordados que impregnan todo de barro y humedad.
Con frecuencia se escucha una frase irónica, pero cierta: “Siempre hubo pobres”. Pero la cuestión debería ser: ¿Siempre habrá pobres? En este país bicentenario existe la capacidad de proyectar la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos. Puede parecer una quimera, pero tengo la esperanza de que vamos caminando hacia la salud social.
Pd: Disculpe Usted, por tantas ideas rayanas. Suyo.