18/11/11

¡Grande, Seinfeld!

Una comedia bien hecha causa gracia donde la vida real duele.
En poco más de veinte minutos, Seinfeld circula jocosamente por varios padecimientos y aporta a la reflexión psicológica.
En un episodio, Jerry y George advierten que son adultos que actúan como chicos, le temen al compromiso (teléfono para varios) y se encaminan a envejecer solos.
Jerry decide reanudar un noviazgo. Lo aceptan.
George resuelve proponerle matrimonio a Susan. Boda a la vista.
En la cena de reconciliación, Jerry ve a su chica comer las arvejas de a una y determina que es preferible la soledad.
Pasados unos mimos, George llama a sus padres para transmitirles la buena nueva. Su mamá le pide hablar con Susan y lo consigue:
-¿Lo amas?
-Sí.
-¿Mucho?
-Sí.
-¿Puedo preguntarte por qué?
El crudo diagnóstico que encierra la pregunta de mamá Stella y los gritos de fondo de papá Frank permiten entender tanta inseguridad y otras debilidades de George, que acaba cortando ante la piadosa mirada de su prometida.
La alegría también se le empaña al calvo retacón cuando se entera de que Jerry no se embarcará en la vida en pareja. "Creí que teníamos un pacto", le reclama. "Si mi amigo no se casa y yo sí, le debo estar errando" es de suponer que piensa George. Entonces le sugiere a su novia postergar el matrimonio. Las lágrimas de ella lo hacen volver sobre sus pasos. Al día siguiente el que llora es él y así ella consiente diferir el casamiento de diciembre a marzo.